Una palabra puede abrirse a múltiples y nuevas posibilidades narrativas o de diálogo cuando aparece en medio de una conversación. Sucede a menudo que durante un coloquio alguien dice una palabra que nos impacta por su sonido, por su significado o por las connotaciones que ofrece. Esa palabra suspendida en el ambiente crea un espacio nuevo, un pensamiento que no pertenece propiamente a ninguno de los dialogantes y que, a la vez pertenece a todos. Esa nueva nube de pensamiento que deja de formar parte de la continuidad de la conversación puede emprender posteriormente caminos múltiples.

Es curioso constatar que una misma palabra pronunciada en el curso de una conversación puede disparar rumbos distintos en la imaginación de los intervinientes. Cuando me ha sucedido, como es el caso de esta mañana, la he introducido discretamente en mi memoria, como quien guarda en la cartera el cambio que nos devuelve la cajera después de haber pagado en un supermercado.  Alguien había pronunciado por error la palabra infinito.  Como una llave la palabra abrió sucesivas puertas en mi interior: la primara, una consideración del ser humano en su pequeñez y en su grandeza como criatura, la segunda el recuerdo de  una carta de Benedicto XVI, el papa que hoy renunciaba al ministerio Petrino, y en la que hablaba de “Alguien” que «no sólo no esconde o disminuye, sino que revela en modo luminoso la grandeza y la dignidad suprema del hombre» Joseph Ratzinger, animaba en ese mensaje a purificarse de falsos infinitos que pueden ofuscarnos en la búsqueda de la dimensión más verdadera de la existencia humana. Puerta tras puerta mi pensamiento llegó a Theilard de Chardin y a la lectura de El fenómeno humano que me ocupa en estos días: El Universo entero, nos dice Teilhard, se halla sujeto a un devenir. La vida tiene un sentido. Nacemos, crecemos y morimos en el seno de una corriente cósmica que nos arrastra irreversiblemente hacia el Espíritu, hacia estados de más conciencia y más libertad.

La palabra Infinito significa sencillamente que algo no tiene límites ni fin, sin embargo al oírla esta mañana,  en mi interior fue despertando otros pensamientos, otras ideas, el recuerdo de otros seres humanos que habían reflexionado sobre su significado.   Es una palabra maravillosa que despierta en nosotros esa nostalgia de absoluto que viene arrastrando la Humanidad desde que la evolución se concentra esencialmente sobre lo síquico y no sobre el físico y florece el pensamiento y la reflexión en los primeros hombres.

por @mbellido

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