El sistema educativo está haciendo agua para muchos adolescentes y jóvenes. Una gran parte de las nuevas generaciones vive una profunda crisis cultural, mientras soporta un bombardeo de reclamos efímeros de la sociedad consumista que los desconcentra de la actividad que desarrolla en ese periodo de la vida donde la adquisición de conocimientos tendría que ser la principal ocupación. ¿Tan poco atractiva es la Universidad actual?
Vayamos por parte. Para comenzar, la Universidad arrastra desde hace años una crisis no sólo de identidad, sino también estructural y organizativa. Es la política y en particular los partidos políticos los que conforman sus staff de responsables y su organización interna. Y esto ya es un problema.
La realidad universitaria, que es poliédrica y multiforme, es un verdadero termómetro de la sociedad, un espejo de la misma. La sociedad está en crisis y la universidad de consecuencia.
Por otra parte, la Universidad ha dejado de ser una comunidad en su significado de “universitas” ahora es un conjunto de comunidades, cada una diversa y con connotaciones destintas. Exigencias, prospectivas y valores cambian según el grupo de pertenencia, coexistiendo en un mismo campus realidades fraccionadas con dificultades para encontrarse y carentes de momentos de trabajo en común. Esta fragmentación no es solo entre los estudiantes y el resto. La fragmentación coexiste también en toda la clase docente, entre docentes y dirigentes y entre estos últimos y la Administración.
Otro problema es el excesivo Individualismo organizativo y cultural de cada departamento y de cada docente que, al final, repercute en la calidad educativa general y sobre el nivel formativo de los estudiantes. Siguen existiendo catedráticos y profesores que ejercen por pura vocación. Otros vivirán del cuento, pero está claro que la mayoría enseña su materia con criterios muy individualistas, desarrollando su enseñanza sin conexión con otras materias por ello las clases no consiguen siempre ser encuentros multidisciplinares que abarquen y den respuestas a realidades globales. El conocimiento, cada vez más especializado y sectorial, hace perder la capacidad de confrontación y síntesis que en otros tiempos, por el merito, la altura y labor de grandes docentes y el nivel de prestigiosas universidades libres y comprometidas solo con el saber, allanaban caminos y habría expectativas para los estudiantes.
La distancia entre profesores y estudiantes a veces es muy grande. Cada uno explica su materia como algo total, el sociólogo explica la complejidad de la vida con la sociología, el filósofo explica la filosofía como la llave de lectura del todo, y así cada uno, el matemático, el físico el economista… El estudiante no consigue conectar entre todas las materias y tener un cuadro general de referencias para interpretar, comprender, crear y vivir. No encuentra la unidad de síntesis sino la parcialidad cada vez más exasperada de cada una de las materias. La realidad es que ninguna semilla de verdad construye la verdad entera. Los resultados de ese modo de ordenar la vida universitaria es la desorientación de los jóvenes universitarios. Desorientación generalizada, que, sin embargo viene percibida de distinta manera por los grupos que componen el estudiantado: los afiliados a grupos políticos, asociaciones estudiantiles o sindicales, colectivos de derecha o izquierda, estudiantes trabajadores, los universitarios que están porque sí, o porque sus padres lo desean pero no tienen ningún interés y los que viven la Universidad buscando su propia vocación. Estando las cosas así en la Universidad, poco o nada se logra estimular el entusiasmo de los jóvenes. La Universidad, que nació precisamente como un lugar privilegiado de investigación y de diálogo, vive perdida y alejada de sus objetivos naturales y fundacionales.
Ahora vivimos esperanzados en que el tan discutido Plan Bolonia alivie algunos males de la realidad universitaria y la impulse por nuevos caminos. Esperemos. Lo cierto es que en España sigue siendo la Educación la materia pendiente. Por otra parte es lógico, con los dirigentes políticos que tenemos bastante incultos y poco preparados. Lo que emana de esas mentes poco amuebladas no puede ser evidentemente producto de calidad. ¿Habrá otros más preparados?
Manuel Bellido

por @mbellido

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