Una singular y precisa belleza encierran las cartas de amor. Su lectura nos lleva a un centro vital y estético en la galaxia de nuestro corazón, donde una estrella refulgente nos espera. Una carta de amor es un relámpago en la noche que dilata su lóbrega oscuridad para alumbrar y apagarse en el mismo instante de romper las tinieblas. Una carta de amor, en la desnudez de sus palabras, nos asoma al borde abismal del alma donde Dios nos habla con frágil susurro de la belleza de la vida y nos eleva a ese nivel de transfiguración que conocen los místicos. Cada palabra nos empuja a emprender el camino con billete de ida y sin equipaje hacia al emisor de tan feliz misiva. Un brillo insoportable encierran las cartas de amor que son capaces de apagar incluso los versos verdaderos, gratuitos e inagotables de las fluidas rimas de Becquer. Es un nexo entre dos corazones, un nexo entre la vida y la muerte, anula distancias y sirve para salvar la belleza del caos, para anular los alaridos de la lírica metálica y despiadada del egoísmo. Hoy encontré una.

por @mbellido

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