Creo que una excelente manera de conservar activos en la memoria los modelos y acciones que valen la pena ser imitados es leyendo. Lo he comprendido con la lectura de muchos libros a lo largo de mi vida. A la mente me viene uno que leí hace algunos años y que aún su recuerdo me sigue dando motivos para reflexionar, recapacitar y madurar. Se trata de Sentieri nel ghiaccio, (Caminar sobre el hielo), de Werner Herzog. La historia del libro es la de un viaje: el viaje a pie, iniciado en el invierno del año 1974 por su autor, el famoso director de cine alemán. Travesía desde Munich a París, donde lo esperaba su amiga enferma Lotte Eisner, una experta en cine alemán. Para el autor ese viaje significa una prueba de afecto que habría contribuido, de alguna manera, a mantener algo más en vida a su amiga. El libro nos conduce por carreteras, bosques, pueblos bloqueados por temporales de nieves, aldeas desiertas y campos deshabitados. Un paisaje que recorremos junto a un hombre que cumple con el más anacrónico de los gestos. Estos textos de Herzog reproponen en modo nuevo esa Europa que muchos de nosotros hemos atravesado en tren, en coche o que hemos sobrevolado en avión. Una Europa que conocemos, por trabajo o turismo sobre todo a través de sus perspectivas urbanas, industriales, monumentales o de comunicación. La Alemania que nos descubre Herzog es arcaica y oculta. Los encuentros, los descubrimientos y las relaciones nos hacen revivir el mito del viaje y la peregrinación.
Así escribe Herzog: «A finales de noviembre de 1974, un amigo de París me llamó por teléfono, diciendo que Lotte Eisner estaba muy enferma, cercana a la muerte. No puede ser, dije. No ahora. El cine alemán todavía no puede perderla, no debemos dejarla morir. Tomé una casaca, una brújula y un saco con lo indispensable. Mis botas estaban tan sólidas y nuevas que me inspiraban confianza. Me puse en camino hacia París por la ruta más corta, con la certeza de que ella viviría si fuese a visitarla haciendo el camino andando. Más allá de eso, tenía la voluntad de estar solo».En otro párrafo escribe describiendo el camino: “Delante de mí, un arco iris me llena de repente de una loca esperanza. Que maravillosa señal al frente y encima de quien camina. Todo el mundo debería caminar”. Aprendemos leyendo y aprendemos mediante los valores implícitos en nuestras acciones. El saber es el fruto de nuestra experiencia. El saber de la vida no vegetativa, sino vivida a fondo y los libros leídos nos proporcionan aún más vida.