La crisis económica que estamos padeciendo llegó después de una etapa en la que parecía que la sociedad occidental tuviese un solo objetivo: crecer sin límites.  La frenética actividad de las empresas, de los mercados, de los bancos y de muchas familias era la de crecer en todo, sin medida, sin control y, en innumerables casos, sin principios éticos que la regulasen. Ese crecimiento desmedido nos precipitó en un túnel oscuro al que en muchos  momentos  no se le veía salida ninguna,  porque una especie de ceguera contagiaba la economía e impedía ver que en un mundo limitado es imposible un crecimiento ilimitado.

Nubarrones en el horizonte no faltan, el año puede terminar con seis millones de parados en España, la caída del PIB asome las orejas en este cuarto trimestre, sin embargo, asoman mensajes positivos que nos hacen creer que  la recuperación va a llegar antes o después.  Herman Van Rompuy,  presidente del Consejo Europeo, aseguraba hace unos días que «2012 ha marcado el punto de inflexión”, y que pronto volveremos a crecer y a crear empleo. Y esta idea la compartimos. Probablemente, muchos piensen que hay que resignarse, seguir haciendo los deberes y esperar. Sin embargo, estoy convencido de que más que nunca este debe ser un  periodo de reflexión, pero mirando hacia delante. En este contexto es imprescindibles que nos pongamos una pregunta: ¿Estamos preparados para afrontar la salida de la crisis? ¿Sabremos encarar el nuevo escenario que se configurará cuando esta pesadilla comience a convertirse en mero recuerdo? Sabemos que el nuevo sistema se configurará en una lógica diversa: nada será igual que antes, no podremos olvidar que el culto irracional a la especulación sin medidas antes o después produce catástrofes, será necesario crear nuevos espacios de creatividad e inventiva, cambiar de hábitos,  recuperar valores e impregnar la sociedad con  la cultura del esfuerzo,  que sustituya a la del “pelotazo”  y a la de la subvención.

El fracaso del desarrollo de los países del sur y la pérdida de puntos de referencia en los del norte también tendrían que hacer reflexionar  a la clase política sobre  esa inútil elegancia matemática que reflejan los presupuestos de la Administración Pública y las políticas económicas que se derivan de ellos.

Es tiempo de reflexión y de preparación. No puede cogernos desprevenidos la salida del túnel. Es tiempo de deshacernos de lo superfluo, de viajar ligeros de equipajes. El consumo desmedido y la acumulación ilimitada han  bloqueado a parte de la  sociedad en camisas de fuerza que le han impedido reaccionar cuando el crecimiento se ha ralentizado o se ha parado. No podemos seguir confundiendo bienes de primera necesidad con bienes de gran futilidad.

El circulo vicioso que crea el deseo, provocado o no, de consumir, el sistema de crédito que lo hace posible y que en muchos casos endeuda hasta el cuello a las familias, la inutilidad y el valor superfluo de mucho de lo que se mercadea son una especie de droga suicida que  empuja incluso a la delincuencia con guante blanco.

Es tiempo de reflexión, tiempo de desintoxicarse y de empezar de nuevo. En 2013 vamos a asistir a una primera reubicación de las fichas de ajedrez que se producirá en el tablero económico de la sociedad europea.  Hagamos lo posible para que no nos pille descolocados.

por @mbellido

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