Hoy alguien me comentaba que a menudo en las relaciones de pareja se comete un error garrafal, imaginar que “el otro” tenga la misma visión sobre las cosas, pensar que siente lo mismo y de la misma manera y que lo que se vive en común tenga los mismos efectos para ambos.

Por ejemplo, decir “te quiero”, está al alcance de todo el mundo, es una frase de connotaciones universales y siempre necesaria en nuestro vocabiulario y en nuestra vida. Es uno de esos mensajes que entre hombres y mujeres es evidente, directo, comprensible y expresión, según el entendimiento popular, de un sentimiento maravilloso. Sin embargo esa frase “mágica” a veces produce sufrimiento, ambigüedad,  posibilidades de que pueda entenderse de varios modos o de que admita distintas interpretaciones. Sencillamente porque dicha frase es susceptible de ser usada según los propios deseos y connotaciones si no se encaja en la realidad. No se trata solo de los efectos que produce cuando se pronuncia  sabiendo que se miente sino por el peso que adquiere según las coordenadas emotivas y psicológicas  de quien la pronuncia. La amiga que esta mañana me hacía notar el error colosal que se comete entre una pareja cuando uno de los dos cree que el otro siente, mira, percibe, sopesa y valora con la misma intensidad y los mismos parámetros, me decía también que casi siempre cuando una mujer dice “te quiero”, no se refiere a la misma emoción a la que se refieren los hombres cuando pronuncian la misma frase.

En parte tenía muchísima razón, mujeres y hombres tienen dos visiones distintas de ese  sentimiento, como son distintos los territorios psicológicos que recorren sus pensamientos y sentimientos.

De estas diferencias no son conscientes todas las parejas y antes o después se producen sufrimientos, infelicidad y brechas. Mi amiga me decía que la expresión “te quiero” en comparable a dos composiciones de medicamentos que contienen los mismos ingredientes pero que se diferencian en las dosis.

Amar no es algo que siente el emisor es algo que recibe el receptor.

La cantidad de amor que circula entre dos personas puede que baste a uno de los dos, pero sea insuficiente para el otro.  Comunicar a menudo e intensamente es buen antídoto al desconocimiento  entre la pareja; poner en común reequilibra las visiones, aporta compresión, unifica y enriquece a tal punto, que hasta decir buenos días, llega a significar realmente “buenos días” para quien lo pronuncia y quien lo escucha.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com