– con permiso –

No tendremos, quizás, ni el tiempo ni el dinero para irnos de vacaciones durante las fiestas de Navidad. ¿Qué importa? Creo que lo importante es que sepamos gozar de toda la luz de este periodo del año, de las tardes en casa jugando con los hijos mientras montamos el Belén y el árbol, de la iluminación en las calles, de los mensajes que enviamos y recibimos para felicitar a los amigos, de la paz que podremos regalar y regalarnos.

No sirven sólo las compras compulsivas o los menús especiales que preparar para celebrar estas fiestas. Es necesario pararnos por un momento, desocuparnos de la rutina, mirar a nuestros alrededor, a las personas que nos rodean y sonreírles. Mirarnos con algo más de comprensión a nosotros mismos y a los demás e incluso meter en nuestros actos algún gramo más de pasión.

Quizás es también el momento de abandonar esa tendencia perfeccionista que tenemos algunos que termina por estropear momentos mágicos. Hay que intentar que todo fluya desde el corazón.

Las fiestas coinciden también con la terminación de un año, por tanto, un buen momento para sacar conclusiones. Momento de hacer una lista imaginaria, no tanto con nuestros defectos, sino con aquellas cosas a las que tenemos que dedicar más tiempo, porque son aquellas que nos aportan vida y nos hacen felices.

En lugar de pensar solamente en los regalos que tenemos que hacer, quizás es tiempo de pensar en cómo nosotros mismos podemos convertirnos en un regalo para la gente que nos rodea. Poner a disposición tiempo y recursos para nuestros familiares y amigos es como regalar un bálsamo al corazón.

Para los creyentes el Adviento es una oportunidad para renovarse, para cambiar y reorientar la vida. Navidad nos ofrece la posibilidad de reflexionar sobre la justicia y la paz, nos da la oportunidad de aprender a perdonar sin recurrir constantemente al pasado para reavivar los rencores y los enfrentamientos.

Navidad nos pone en situación de rechazar la tentación de las disputas y las ofensas. Necesitamos un corazón reconciliado con nosotros y con los demás para vivir la vida de una manera serena.

Por mucho que Ada Colau y algunos otros llamen a celebrar el solsticio de invierno en ‘una Navidad diferente’, la Navidad es el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, quien junto a María, su madre, nos asoma a otra historia desde un pesebre.

Queridas lectoras, como siempre con vuestro permiso, me asomo hoy a estas páginas de Mujeremprendedora con el deseo de que esta Navidad nos anime a recuperar la fortaleza y el coraje de perdonar y de amar, en lo personal, en lo social y en lo político.

Que esta Navidad llene de felicidad nuestra mirada para hacernos capaces de sonreír a nuestro entorno. Que nos abra un horizonte de esperanza que podamos cultivar todos los días de 2016.

manuelBELLIDO

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por @mbellido

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