Qué gran vocación la del ser humano sobre la faz de la Tierra. Preparado para pensar, buscar la verdad, admirar y producir belleza, proteger y respetar el medioambiente, generar comportamientos y conductas éticas, crear una familia, construir una sociedad, producir avances científicos, económicos, tecnológicos, empresariales y sociales, el ser humano tiene la posibilidad de elevarse con su razón y con su espíritu para encontrar su sitio en el Universo y descubrir el profundo sentido de la Vida y de su vida. Un sendero en el que puede ir acompañado de otros seres humanos con los que compartir reflexiones, descubrimientos, alegrías y sufrimientos. Me acaban de comunicar el fallecimiento del padre de mi amigo Julio Cuesta. La muerte de un ser querido nos proporciona siempre la posibilidad de recapacitar sobre el camino terreno del ser humano. Un camino hacia el absoluto y al mismo tiempo hacia los otros seres humanos. Signos trascendentes, ambos, de persona humana. Lamentablemente, si echamos una mirada al panorama internacional estos valores se ven ofuscados por las guerras. Situaciones que encarcelan al ser humano en antros demoníacos lúgubres y mortíferos de los que difícilmente puede salir. A este propósito me chirriaba el mensaje de las Brigadas izz-al-Din-Al-Qassan, brazo derecho de Hamas, después de la ofensiva de la aviación de Israel sobre Gaza: “Con este acto habéis abierto las puertas del infierno” Envilecimiento del ser humano acarreado por el odio y el afán de subyugar unos a otros, que cala también en nuestras sociedades occidentales y democráticas, con ejemplos como las manifestaciones violentas de los grupos anti sistemas el pasado 14N o con las conductas forzadas por razones políticas de unos piquetes que con actitudes chulescas y prepotentes obligaban a los comerciantes a participar en una huelga en la que no querían participar. Estos actos no son gamberradas, violan los derechos humanos y ofende la conciencia humana. No podemos perder de vista que coartar la libertad y no respetar los derechos es ir en contra la libertad del ser humano y pisotear su dignidad. Tendríamos que esforzarnos en ayudar a las nuevas generaciones a recobrar ideales éticos, que son los únicos capaces de disminuir los males sociales. La comprensión, el trabajo y el sentido solidario pueden sacarnos de esta crisis y elevar aún más la dignidad nuestra y la de los seres humanos que nos rodean. Como decía al principio es grande la vocación del ser humano en este escenario terreno. Cuestión de dignidad. ¿Qué pena perderla y hacerla perder a los demás! El pensamiento de Montini me encaja en esta tarea:”La dignidad del hombre requiere que obre según su libre elección, sin ninguna coacción externa”