Tras un debate de investidura de lo más aburrido, se dio por fin el pistoletazo de salida a la IX legislatura. Hoy, conociendo ya la composición del nuevo gobierno, estamos a la espera de ver cómo se traduce en hechos ese manojo de buenas intenciones con las que se nos apabulló durante la campaña electoral, ya tan lejana en el tiempo. Se nos prometió hacer de España el país de las maravillas, y, como seguimos sumidos en la incertidumbre del momento económico actual, en medio de una de las peores crisis de nuestra economía, deseamos que el jefe del Ejecutivo y todos esos ministros conocidos y por conocer se pongan a trabajar para disipar los nubarrones de esta situación de estancamiento, muy cercana ya a la recesión.

Pedimos que en un ejercicio de franca lucidez y de creatividad sustantiva hagan lo que tienen que hacer en materia económica. Porque al final, como dice un amigo mío, se trata de que la gente viva mejor y que pueda elegir, es decir, que viva en libertad. Es decir, que el que quiera trabajar tenga un empleo, que tengamos unos servicios de salud dignos, buenas infraestructuras, que podamos elegir la mejor educación para nuestros hijos en la lengua que queramos y sin imposiciones ideológicas, que estemos protegidos de las intemperies financieras, que las empresas no se asfixien con tantas trabas e impuestos, que tengamos garantizadas las pensiones y que veamos como nuestro país se desarrolla industrialmente y se moderniza.

Si este gobierno no consigue todo esto o, incluso, si ni siquiera vemos que lo pretenda, entonces tendremos que concluir que lo que han podido ser propuestas fascinantes en la campaña electoral resultarán, a la postre, desengaños, solo el fruto de un abultamiento expresivo de mitin, de una hinchazón enfática para captación de votos, de demasiada imprecisión o excesiva impropiedad e incongruencia en entender la política, en una palabra, un panorama decepcionante. Ya la legislatura pasada fue una legislatura pródiga en experimentaciones, en algunos aspectos y para algunos sectores de la sociedad y, por ello, muchos observadores temen que en esta nueva legislatura se tenga más de lo mismo, con más control sobre todo, decidiéndolo todo, por todos y en todo, mostrando cierto desprecio a la capacidad que los ciudadanos tienen de decidir lo que les conviene. Esperemos que a nadie se le ocurra que lo prioritario es cambiarle el semblante cultural, moral e ideológico a nuestra «piel de toro», o que entienda que la política social consiste en inventar nuevas prestaciones por desempleo en vez de crearlo, que aplique una mala política económica que no contemple la contención del gasto publico, que suba los impuestos y gaste por encima de nuestras posibilidades, despilfarrando en cosas innecesarias.

A los empresarios les gustaría, por ejemplo, que a alguien se le ocurriera hacer reformas laborales donde la flexibilidad fuera el elemento fundamental, haciendo así más atractiva la contratación.

En fin, que todos deseamos que el nuevo gobierno piense y actúe mucho y bien.

Como una vez dijo Gandhi: «Creo que sería una buena idea».

por @mbellido

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