Hace 60 años la prestigiosa revista Nature publicaba un trabajo con el que se anunciaba el descubrimiento de la doble hélice de la molécula de ADN. Autores, Jim Watson y Francis Crick. Ambos fueron posteriormente galardonados con el Premio Nobel en 1962. Este notable logro científico fue el resultado de años de trabajo en el que los mejores laboratorios del mundo se vieron involucrados en una competición para ver quién llegaba antes. La historia la cuenta con ciertas dosis de humor Watson en un libro muy divertido que es también su autobiografía. En él se explica cómo el resultado de su investigación se llevó a cabo con un modelo de plástico que correspondía a una imagen obtenida mediante difracción de rayos X por otra Inglésa, Rosalind Franklin, que murió antes de que llegara el reconocimiento de Estocolmo. La ciencia avanza a pasos, no a saltos y a menudo personas que trabajan intensamente en investigaciones no llegan a ver en vida los resultados. En este caso la aportación de Rosalind Franklin fue fundamental y permitió que la ciencia volviera a mostrar su grandeza por la utilidad que el descubrimiento regalaba a la humanidad.
Watson admitía y repetirá a menudo que ese logro fue posible gracias al hecho de que se encontraron a estudiarlo en el momento adecuado y en lugar adecuado, expresando así que la ciencia es casi siempre el producto de la labor de muchos que incluso, trabajan en la sombra, aportando elementos e ideas que en un determinado momento cuando menos se espera se componen y maduran generando el descubrimiento. Cada vez más la ciencia requiere equipos. La ciencia es como la tierra; sólo se puede poseer un poco de ella, decía Voltaire. Rosalind Franklin aportó una pieza fundamental de ese puzzle.