En el lenguaje común se asiste a un uso cada vez más frecuente e intenso de las palabrotas. Esta mañana mientras pasaba delante de un Instituto escuché por unos instantes un grupo de adolescentes de ambos sexo hablando entre ellos. Intercalaban un río de palabradotas reduciendo el diálogo sencillamente a un sin fin de sonidos ofensivos, indecentes y groseros.
Dice el diccionario que la palabrota es una término o expresión que se considera ofensiva, denominándose también taco.
Estos sonidos malsonantes que sirven para insultar, blasfemar o para llamar la atención con una actitud chulesca continuaran probablemente formando parte de estos jovencitos cuando crezcan y se hagan adultos.
Se debilitan los valores, las reglas de buena educación, impera un anticonformismo o una rebeldía a la moda y el lenguaje se transforman. El resultado no es solamente el acopio de expresiones inciviles y vulgares, sino la indiferencia ante la nobleza de la lengua, de la estructura gramatical, de la buena ortografía y de la belleza de las expresiones literarias.
No se lee o se lee poco y eso lleva a reducir la expresividad a mínimos. No se enriquece el vocabulario. Las emociones y sentimientos se canalizan a través de un lenguaje antiestético. Dolor, ira, incomprensión, estupor, sorpresa, se expresan de manera exagerada e impropia. El uso de las palabrotas inhabilita el esfuerzo e inutiliza la creatividad. Son fórmulas de lenguaje que como las interjecciones sustituyen conceptos, nociones y palabras. El uso de las palabrotas es, en definitiva, acostarse a le ley del menor esfuerzo

por @mbellido

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