No sé cuánto habrá servido y cuánto sirve realmente y concretamente que 180 jefes de estado de todo el mundo se reunieran en Copenhagen bajo el paraguas de la ONU, el 30 de noviembre de 2009, para consolidar el Protocolo de Kioto e intentar salvar nuestro planeta. Los resultados de estos acuerdos son siempre a largo plazo. De lo que sí estoy seguro es que la suma de muchos gestos diarios de ciudadanos y empresas puede cambiar radicalmente nuestro ecosistema y salvar la naturaleza amenazada. Para algunos se tratará de mejorar, para otros de modificar radicalmente costumbres y comportamientos destinados a reducir al mínimo las consecuencias de nuestros actos sobre el medioambiente.

La correcta utilización del aire acondicionado, de los ascensores, del consumo de energía eléctrica, del coche, en una palabra, el actuar responsablemente para contaminar lo menos posible, cada uno según sus posibilidades, puede ayudarnos a regalar a nuestros hijos y nietos un mundo más saludable. Además, es posible que haciendo así, gastemos menos, comamos sano, hagamos más ejercicio físico y establezcamos relaciones personales más satisfactorias, emancipados finalmente de la esclavitud televisiva o del consumismo compulsivo.

Se pongan en práctica ciertos hábitos o no, urge una reflexión a nivel personal, empresarial o estatal sobre estas cuestiones. Todos temblamos cuando nos llegan noticias de terremotos, inundaciones o carestías y desde ciertos pulpitos ecologistas no se pierde la ocasión para recordarnos que el progreso, la sociedad industrial y el mercado se fundan sobre la explotación injusta de los recursos naturales. Condicionados además por las malas noticias de desastres naturales, consideramos que ciertas declaraciones tienen evidencias científicas probadas. Por otra parte, cuando las noticias dejan de aparecer en las primeras páginas de la prensa, seguimos con nuestra rutina y malos hábitos y sólo encontramos en las advertencias de los ecologistas exageraciones y oportunismos revestidos de un lenguaje apocalíptico y demagógico. Personalmente creo que ciertos ecologismos están permeados de una ideología de contornos imprecisos en la cual conviven, a veces, prejuicios intelectuales e incluso intereses económicos, mitos e ingenua buena fe, que nada tienen que ver con una auténtica y realista preocupación por el ambiente. Por poner un ejemplo, Al Gore, el último profeta medioambiental y uno de los más escuchados gracias a los mecanismos mediáticos de que dispone, ha presuntamente incurrido en ciertas contradicciones entre la filosofía que predica y su modo de vivir cotidiano. Sin embargo, iniciativas como las del CAAE que persigue difundir entre los ciudadanos las ventajas sociales y ambientales de la producción ecológica de alimentos, así como los beneficios para la salud de su consumo, tiene mucho de eficaz y realista. La diversidad de la oferta ecológica andaluza es abundantísima y ofrece conservas vegetales, aceite de oliva, panadería y repostería artesanal, frutas y hortalizas, carne y elaborados cárnicos, queso y frutos secos. El Sector Ecológico Español facturó en el último año 500 millones de euros y supone en Andalucía más del 12% del empleo ambiental. También lo ecológico puede producir riqueza y empleo. La Asociación CAAE agrupa a más de 8.000 socios con 790.999 hectáreas inscritas, lo que supone más del 50% del sector ecológico a nivel nacional, y 628 industrias que elaboran o comercializan alimentos ecológicos. Un excelente ejemplo en este repaso que hacemos en la presente edición sobre el compromiso andaluz con el medio ambiente.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com