Europa se enfrenta en los próximos años a una serie de desafíos relacionados con la seguridad y la calidad de la agroalimentación, con la biodiversidad y el mantenimiento de los recursos naturales, con el estudio del cambio climático, con las energías renovables, con la gestión del agua, con el desarrollo de los biocombustibles, con el avance integrado endógeno y sostenible del medio rural… En todos estos aspectos, la agricultura y los agricultores juegan un papel estratégico fundamental. La pregunta que todos nos hacemos es si este sector en nuestra comunidad se encuentra en condiciones de afrontarlos con garantía de éxito. Los problemas no faltan y seguramente uno de los más delicados es el envejecimiento de la población activa y la falta de relevo en el campo andaluz. Problema que también existe en el suelo español y europeo. Por otra parte, la producción agroalimentaria tiene que crecer forzosamente en el futuro para alimentar a la humanidad. Hoy casi una tercera parte de la población de la Tierra se enfrenta a un problema de desnutrición crónica. Si desaparecen los agricultores y las políticas agrarias no respaldan nuevas incorporaciones el campo antes o después terminará despoblado. Y con estos argumentos no podemos dejar de reflexionar sobre si los diseños actuales de las políticas agrarias que se hacen desde la Junta de Andalucía, desde el Ministerio o desde la Unión Europea están impidiendo o no la desaparición de la actividad agraria en nuestras zonas rurales.

Si estas políticas no incentivan las nuevas incorporaciones y no proporcionan herramientas de canalización de la producción a los mercados que hagan posible la mejora competitiva y de renta, dichas políticas son absolutamente estériles de cara al futuro y los agricultores sólo percibirán las pesadas cargas que imponen los requisitos de las nuevas legislaciones comunitarias relacionados con el medio ambiente, el mantenimiento del paisaje, el bienestar animal, la seguridad alimentaria. Responsabilidades necesarias pero que a veces la falta de formación específica dificulta en su desarrollo. Tampoco tendríamos que olvidarnos de los costes en instalaciones, herramientas, combustible. Sin ir más lejos en estos días leíamos en un estudio realizado por la COAG que llenar hoy el depósito del tractor es un 30% más caro que hace un año. Desde abril de 2009 hasta hoy, el precio del gasóleo agrícola ha pasado de 58 céntimos de euro por litro a 75 céntimos.

Otro varapalo que sigue sufriendo el sector agroalimentario en su conjunto es la tendencia a la baja del precio de los alimentos, ya que, mientras que todos los eslabones de la cadena hasta que llega el producto al consumidor ajustan sus márgenes para no perder, el mayor esfuerzo recae siempre y especialmente sobre los productores. El agricultor se siente víctima de las guerras de las grandes cadenas de distribución que abaratan los productos para mantener cuotas de mercado. Cómo decía al inicio, son muchos los problemas y los desafíos que tiene el campo. Muy difícil lo tiene el campo andaluz y europeo en su conjunto para producir más y mejor y siendo rentables en el contexto global cuando, desde Europa, no se puede garantizar el aumento de la protección en las fronteras comunitarias. En la dirección general de Agricultura de la Comisión Europea, Jean-Luc Demarty sigue repitiendo que de eso ni hablar, que no es posible ni económicamente, ni políticamente, ni jurídicamente. En esta edición damos voz a la Consejería de Agricultura y Pesca para que explique todas aquellas iniciativas y políticas encaminadas a modernizar y desarrollar el medio rural andaluz y dé a conocer sus esfuerzos para favorecer el crecimiento y el empleo e impulsar la competitividad de las producciones en el ámbito interno, europeo e internacional. Tomamos buena nota.

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por @mbellido

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