Asistí hace algunos días a una conferencia acompañado de un amigo. Ya en la ronda de preguntas comprendí por las intervenciones de mi acompañante que su punto de vista era totalmente distinto del mío y del que exponía el conferenciante. Cuando salimos a la calle mi amigo criticó duramente la conferencia y dijo que había sido un fiasco. (Cuando existen diferentes enfoques de un tema, suele ocurrir que los participantes en una charla vean su resultado de acuerdo con lo que cada uno se imagina de antemano). Seguimos charlando y antes de despedirnos constatamos que aunque desde puntos de vista distintos nuestra serena conversación había dado como resultado varias concepciones o interpretaciones compartidas. Me fui a casa satisfecho. Habíamos logrado controlar una discusión que en lugar de dividirnos y hacernos víctimas de un conflicto nos había unido. La realidad es que vivimos en un mundo con muchas tensiones que generan agresividad, por un simple adelantamiento en el tráfico, por ejemplo. Algunas personas viven reacciones desproporcionadas cuando hay discrepancias sobre opiniones o comportamientos ajenos.

He conocido a personas que tomando inconscientemente una frase de Popeye, “soy lo que soy”, actúan como si la estructura de su yo fuese tan sólida como una fórmula matemática inamovible. Se está difundiendo en la sociedad un modo de pensar que sostiene que en cada momento de nuestro presente siempre hay algo en lo que llamaríamos ‘aquí y ahora’ que condiciona el hacer y el pensar y que, en consecuencia, en lo referente a los valores y principios es todo relativo.

Se pueden ignorar las enseñanzas del filósofo griego Empédocles cuando decía que las dos fuerzas que mueven el universo son el amor y el odio. Se puede ignorar el mensaje de las grandes religiones sobre la conciencia del hombre. Se pueden ignorar las enseñanzas de grandes líderes a lo largo de la historia. Se puede olvidar que durante la Revolución Francesa se proclamaron unos ideales o valores universales. Se puede olvidar todo esto, sin embargo, existe y ayuda a mejorar la calidad de nuestra vida terrestre. Produce preocupación cuando alguien con tal de justificar una actitud o postura defiende que todo en la vida es relativo y opinable.

Vivimos tiempos difíciles y necesitamos restablecer principios y criterios para recuperar, al menos, la honradez y la transparencia en lo político, en lo económico y en lo social. El diccionario define a los valores como la cualidad que poseen algunas realidades, llamadas bienes, por lo cual son estimables. Los valores tienen polaridad en cuanto son positivos o negativos, y jerarquía en cuanto son superiores o inferiores.

La afirmación de que todo es relativo además de ser muy cómoda para vivir sin escrúpulos, es bastante peligrosa. El relativismo, cuanto más se convierte en la forma de pensar generalmente aceptada, más tiende a ser intolerante y a transformarse en un nuevo dogmatismo que acentúa diferencias e incapacidad de diálogo. Ejemplos en estos tiempos no faltan.

por @mbellido

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