En Andalucía tenemos mucho de que presumir. Hechas por el hombre o regaladas por la naturaleza, tenemos una infinidad de cosas bonitas: monumentos, iglesias, obras de arte, palacios antiguos, pueblos llenos de encanto que el resto del mundo nos envidia.

Y además estas obras de la genialidad humana están envueltas por un paisaje natural de extraordinaria variedad: una sorprendente flora, fiel reflejo de una tierra con numerosos contrastes; un litoral de ensueño, muchos espacios naturales protegidos, valles, ríos, sierras que despiertan todos los sentidos.

Sin embargo, en medio de tanta belleza de formas, de colores, de materiales, existen, aunque nos pese, otras cosas desagradables y quizás con menos historia: zonas urbanas con mucho cemento y poco oxígeno para sus habitantes, polígonos industriales dejados de la mano de la Administración, espacios ajardinados con aspecto de vertederos y tanta y tanta suciedad producida por el hombre y por sus animales de compañía que hacen que las calles de nuestras ciudades apesten, cancelando hasta el aroma de los azahares.

La fealdad entra a diario también en nuestros hogares, a través de la caja tonta que produce basura para nuestros ojos y pesadillas para nuestros hijos, palabrotas, escenas obscenas, gestos vulgares y discursos vacíos que todos terminamos considerando normales visto que provienen de la TV.

En esta mezcla de hermosura y fealdad en la que nos movemos tenemos que hacer un esfuerzo para aprender a distinguir, para reeducarnos en el sentido estético y en los valores. Si somos capaces de interpretar la realidad en el modo justo, de distinguir, de escoger, seremos más felices. El saber da seguridad e independencia y, sobre todo, nos protege de ese enemigo mortal de la felicidad que es el aburrimiento. Que 2005 nos traiga bienestar, ganas de emprender y de llenar nuestras vidas de belleza.

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