Lo he aspirado distraído en tibias tardes y en mañanas soleadas y me ha sacudido el alma cuando  en los bolsillos no me quedaban más palabras.  Ha sido siempre el cielo inamovible que permitía albergar momentáneamente  nubes grises  para después cobijar luminosas estrellas.  Ha sido aguacero o chubasco en mis ojos y nieve pura que blanqueaba la tizne de mis días desacertados. Sigue siendo primavera que despierta fragancias de todas mis edades. Es verdor en tierra desértica y azul claro en el aire tormentoso. Es el sentido que tengo de mí, de aquello que he sido y que seré. Está siempre al principio y al final, en la cima y en el fondo, en el antes y en el después. Es vocación y cometido. Es lo que persigo y lo que me sigue a la vez.  Es voz y oído, usa mis manos y mis brazos. Está presente en la vigilia y en el sueño.

Cuando aparece hay polvo de oro que flota en el aire, ilumina las palabras turbias, inunda las bocas de sonrisas, desencadena una sed infinita y nos devuelve la divina esencia de la esperanza. Levanta al que yerra y cae.

No es una palabra en un índice ni un concepto en el diccionario. Tiene el frescor de las hojas perfumadas porque es vida. Es el amor que llevamos dentro. Como una rama de mirto tan ligera y a la vez tan fuerte.

por @mbellido

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