Hoy asistí perplejo a una fuerte discusión, verbalmente muy violenta, entre un motorista y un conductor en plena calle que no llegaron a las manos por milagro; la causa era un adelantamiento. Ayer probé abatimiento y tristeza  mientras veía en una de las tertulias televisiva la crispación y el rencor que se dibujaban en la cara de un tertuliano que arremetía contra Aznar por su  discurso en la presentación de un libro en San Sebastián, no con razones ni ideas, sino con ataques a la persona. Hace unos días sentí vergüenza ante el espectáculo que sindicalistas enfurecidos protagonizaban ante el juzgado de Sevilla, insultando a la Juez Alaya. Siento  escalofríos cada vez que  escucho a miembros de SEGI o de  la organización terrorista ETA pronunciarse con desprecio en la Audiencia Nacional. Hay días donde se tiene la sensación que el infierno no tenga nada que ver con las “calderas de Pedro Botero” sino que sea algo que percibimos a menudo en la existencia terrena. El descenso al averno, por las situaciones que se crean, se ha convertido en algo cotidiano. El rencor, el odio, la enemistad,  el mal en general no es ajeno a la libertad sino inherente a su esencia. El ser humano tiene siempre la posibilidad de escoger.  El ser humano tiene la libertad de generar o no para sí y para los otros una experiencia serena o  infernal. Diría más,  el infierno que sufren algunos parece a menudo paraíso para otros.  Dante describió en la Divina Comedia el  infierno en forma de embudo incrustado en el centro de la Tierra y lo explicaba dividido en nueve círculos y en cada uno de ellos los condenados eran sometidos a distintas penas, según la gravedad de los pecados. Un lugar de sufrimiento.

Yo estoy convencido que el infierno no es un lugar sino un estado de sufrimiento. El cielo y el infierno  probablemente están en nosotros. Algunos lo exteriorizan en sus palabras y en sus actos con una crispación y una animadversión fruto de una vida sin esperanza.  ¡Cuántos políticos viven desesperados por no alcanzar el poder!  Si, el infierno también es un esperar sin esperanza.

por @mbellido

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