Me ha sorprendido gratamente leer los resultados de una encuesta realizada en Europa sobre los propósitos de la gente para 2016. El primer propósito para el 35,6% de los entrevistados es el de cambiar actitud con respecto a los pequeños problemas cotidianos, no haciendo una montaña de ellos y dejándolos correr sin darle demasiada importancia. Si a esta respuesta le añadimos el deseo expresado por el 30,45% de los entrevistados que se proponen ejercitar más la paciencia con el prójimo en 2016, vemos que la sensatez no ha desaparecido del todo en la sociedad.

Si estos propósitos se hicieran realidad, probablemente y por poner un ejemplo, con menos frecuencia asistiríamos al penoso espectáculo que cada mañana dan algunos conductores con sus comportamientos al volante, camino del trabajo.

La impaciencia, todo el mundo lo sabe, cuesta dinero y relaciones, también daña la salud, hace que se pospongan decisiones, es la peor consejera a la hora de elegir y afecta a la comunicación entre las personas llegando a generar violencia. Por el contrario, la paciencia es la actitud que lleva al ser humano a poder soportar contratiempos y dificultades a fin de conseguir algún bien.

A lo largo de mi vida he tenido la ocasión de comprobar que la paciencia se convertía en el salvavidas de gente humilde y débil y, por otro lado, he podido constatar también como la impaciencia arruinaba a otros, aparentemente fuertes y poderosos. La paciencia es una virtud, quizás la más heroica de las virtudes, como decía Leopardi, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo y no es, por supuesto, la estúpida indolencia del que se da por vencido. La paciencia nada tiene que ver con la flojera, la desidia, la pereza, la negligencia, la apatía o la indiferencia; esos virus que en muchos casos se instalan en la sociedad civil, haciéndola incapaz de reaccionar ante los desbarajustes de la mala política y de los malos políticos.

En el plano personal, pasar por encima de un contratiempo también significa tener paciencia. La paciencia es un gran recurso que nos permite valorar si vale la pena o no enfadarnos, si considerar una adversidad como un revés o como un percance. No se trata de una actitud superficial, sino un modo de procurarnos una especie de red protectora, una herramienta muy útil para usar en particular con las personas que significan algo para nosotros y que no queremos perder. He comprobado a menudo que, en general, las mujeres la ejercitan más que los hombres. Probablemente es algo que va con su naturaleza o con la forma tradicional de educación. Sea por lo que sea, es un recurso, esta virtud, que en el mundo femenino crece y se desarrolla en la vida educativa y familiar, desde siempre.

Yo también hago un propósito para 2016 relacionado con la paciencia. Y para no olvidarlo anoto en mi agenda y me apropio de las palabras de San Francisco de Sales: “Ten paciencia con todas las cosas, pero sobre todo contigo mismo”.

manuelBELLIDO

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por @mbellido

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