De la situación compleja y contradictoria que vive la política hoy es consciente una inmensa mayoría de la sociedad, sin embargo parte de la clase política o no lo ve o no quieren reconocerlo. Como si se tratase de un sándwich muchos políticos se encuentran tan atrapados entre otras capas de poder como el económico, el mediático o el partidista que terminan reduciendo la política a una variable dependiente. Estrujados entre esas rebanadas de poder son incapaces de reconocer objetivamente la realidad de los fenómenos socioeconómicos y socioculturales que caracterizan la vida colectiva, que tendrían que orientarles en la consecución del interés general y del bien común.
Otras de las cosas que parecen comprender los ciudadanos y que muchos políticos no terminan de ver todavía es la necesidad de una refundación ética de la política para poder vislumbrar un horizonte de sentido que justifique su valor último y garantice el cumplimiento de las reglas de comportamiento a todos los niveles.
Sorprende que ante el supuesto fraude en los cursos de formación que tiene de nuevo cabreada a la sociedad andaluza, por el descontrol que desde ciertas administraciones se tiene del dinero destinado a los parados, una político se mofe diciendo que “no hay escándalo” y se quede tan pancha.
Es lógico que ante el fenómeno de la corrupción política y ante tales hechos vergonzosos la sociedad civil y la sociedad política se distancien cada vez más Es lógico que este espectáculo poco edificante termine por contagiar a parte de la sociedad incluso empujándola a defraudar y a no cumplir la ley.
La democracia está condimentada de poder, ideologías y participación pero se sustenta sobre valores y reglas que algunos políticos parecen no conocer.