Está claro que la riqueza que brinda la diversidad de fuentes culturales e ideológicas es decisiva para mantener activos los avances de la sociedad. Por tanto, la libertad de expresión, además de ser un derecho fundamental o un derecho humano, es un valor que hay que defender contra todo deseo autoritario de pintar de un solo color la realidad que nos rodea.

La libertad de opinión y la libertad intelectual son pilares fundamentales de nuestra democracia. Sin embargo, esta libertad de expresión no justifica que el ser humano, sea político, periodista, economista, etc. no mida antes de hablar la coherencia, la claridad y la veracidad de sus exposiciones y no sepa reconocer, anticipadamente, las consecuencias y el alcance de sus palabras. En este sentido, me permito colocar, prudentemente, un interrogante cuando escucho a políticos cada vez más radicales como los actuales dirigentes de los partidos de izquierda que están en la actual oposición; me pregunto si en ese afán de hablar con eslóganes y titulares no pierden la posibilidad de argumentar y razonar sus alocuciones y así dar credibilidad a sus ideas. De consecuencia, también me pregunto sobre el concepto que tienen estos mismos políticos de la gente en general, ya que solo personas con un bajísimo nivel intelectual son capaces de tragarse discursos demagógicos, populistas o propagandísticos sin base alguna.

Personalmente, siempre he desconfiado de quien no me ha razonado sus ideas y de quien me ha hablado con oscuridad. Lo que si tengo que reconocer es que aquellos que preparan los discursos de estos políticos tienen la habilidad de vestir frases con un alto grado de apariencia de profundidad que, sobre todo, a jóvenes inexpertos, personas cabreadas, mal informadas o envenenadas por cierta programación televisiva, logran seducir, despertando simpatía y complicidad. La verdad es que asistir, a veces, a un debate en el parlamento se parece mucho a la exhibición de fuegos artificiales, nada más. Falta profundidad.

Los intentos de seducción populista en política, son en definitiva una falta de respeto y una ofensa a la inteligencia de la ciudadanía. Creo que en muchos casos la ética no se respeta a la hora de comunicar y en la política con la p mayúscula tendría que estar prohibido usar medios indignos. La política implica respeto. Esta izquierda radical, melancólica y pesimista que tenemos en la actualidad en España se limita a ser “antiderecha”; todos sus discursos propagandísticos se reducen al ataque para no permitir que la derecha gobierne o desalojarla del poder, algo que nada tiene que ver con ser alternativa de gobierno, ni con ser de izquierdas. Con estos personajes perdemos todos, porque no solo faltan al respeto a los españoles se faltan al respeto a ellos mismos.

por @mbellido

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