Se sabe, y UNICEF lo recuerda a menudo,  que más de 1000 millones de niños en el mundo  sufren una grave carencia de por lo menos uno de los bienes y servicios necesarios para sobrevivir, crecer y desarrollarse. A nadie se le escapa que el mundo desarrollado tiene un objetivo inaplazable, que es el de erradicar la pobreza extrema y el hambre. En este esfuerzo es necesario, saber el camino que muchos países están recorriendo para alcanzar este objetivo y los resultados que están obteniendo. A este propósito ha sido interesante volver a leer un artículo del  The Economist que había conservado en mi carpeta de cosas interesantes.  Un artículo muy bien argumentado que hace reflexionar. Con números y cifras muestra como entre los años 1990 y 2010 la pobreza extrema en el planeta se ha reducido a la mitad, gracias, sobre todo a esas reformas orientadas al libre mercado en los países en vías de desarrollo  Sólo China, entre 1981 y 2010, ha sacado a 680 millones de personas de su profunda pobreza ancestral, y ha reducido la pobreza extrema del 84% al 10%. La meta de eliminar la pobreza extrema para 2030, leyendo esas cifras, ya no parece imposible. No podemos negar que  bienestar, justicia, equidad, inclusión, desarrollo, bien común y cultura dependen en gran parte en cada país del modelo económico por el que se opte o se tome de referencia. La pregunta que me sigo haciendo es porque cuando esos países  llamado comunistas, como China, Corea del Norte, Vietnam o Cuba van paulatinamente  abandonando sus viejas  y fracasadas políticas económicas y se van abriendo a la economía de mercado, ciertos  dirigentes políticos de la izquierda más radical  en nuestro país siguen proclamando recetas que recuerdan sistemas políticos totalitarios, con formulas  ideológicas  abstractas y ajenas a la realidad, hechas de promesas utópicas, que no pueden en nuestro siglo obtener algún resultado y por supuesto, no están garantizadas por ninguna experiencia valida en el pasado.    Son esos mismos políticos que siguen poniendo en evidencia  los puntos de divergencia que nos pueden dividir a los españoles más que los consensos fundamentales que nos pueden unir y hacer más fuerte. Son esos mismos que siguen yéndose por las ramas en lugar de afrontar y llevar a la agenda de los debates públicos esas cuestiones  fundamentales para nuestro crecimiento. Son los mismos que  con el puño en alto siguen proclamando en pleno siglo XXI  de «lucha de clases”,»rebelión anticapitalista» o “poder popular”.  Hoy mismo Cayo Lara arremetía sin disimulos contra la Unión Europea, la troika, la austeridad y el capitalismo, adoptando un discurso   antieuro, anticapitalista y antisistema, similar a la extrema izquierda griega o latinoamaricana. Son muchos los dirigentes de IU los que han declarado que les  gustaría implantar aquí el socialismo del siglo XXI y que muchísimas de las medidas adoptadas por Hugo Chávez en Venezuela son trasladables a España. Todos los españoles estamos implícitamente convocados a documentarnos, a reflexionar y a dialogar sobre el destino de nuestro país. No estaría mal que profundizásemos en las consecuencias para España de un bandazo radical que allanaría seguramente el camino a un empobrecimiento de nuestra democracia y de nuestra economía.

por @mbellido

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