En la playa, en la montaña, en la ciudad, en avión, en tren, en barco, en los lugares de siempre para los que se quedan, donde quiera que estemos, un buen libro es una óptima compañía. Libros para saber más sobre la actualidad, para aprender más sobre el viaje que hacemos, para sumergirnos dentro de grandes historias o en la Historia, libros para filosofar y curar el alma, libros para todos los gustos, libros para que la memoria nos dure más, porque la memoria es el fundamento de nuestra identidad y del mundo en que vivimos.
Mi vecina ya es anciana y perdió la memoria por la fatal enfermedad que, a veces, acompaña a la tercera edad. Los hijos tratan de ayudarla, pero ella no se acuerda de quién es ni en qué mundo vive.
Me viene a la mente la frase de un filósofo griego. Escribía Platón: “conocer es recordar”. También me viene a la mente ese libro maravilloso de Proust «A la búsqueda del tiempo perdido», con la famosa historia de la “magdalena”, donde cuenta el proceso de evocar momentos del pasado a partir de un objeto, acto, sabor, color u olor desencadenantes del recuerdo.
Los libros tienen ese poder y a menudo provocan el mismo efecto.
Transcribo la “magdalena de Proust”. Os propongo deleitaros con este original relato: “[…] En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar el por qué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té […]»

Dicen los expertos que leer a diario demora el rápido deterioro de la memoria que se produce cuando las personas desarrollan demencia.
“El animal calla” dice Heidegger, porque no sabe qué decir, la falta de memoria le borra todo horizonte de un posible sentido. El sentido de la vida nos lo da la visión del mundo que nos hacemos, gracias a la memoria que nos ayuda y nos permite interpretarlo. En la memoria se deposita la cultura de los libros y de nuestro entorno, las experiencias de vida, el idioma que utilizamos….
Os deseo libros, buenos libros, también en vacaciones.

por @mbellido

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