Habla también el mar. Ese mar, que conozco y que me conoce desde la infancia, no deja de emitir señales cuando paseo por su playa. A veces lo escucho, escribo en mi libreta alguna frase, las pronuncio, y después las recuerdo en el corazón. Así me siento, el traductor del mar. Esa comunicación se convierte en irrevocable y con sabor de eterno