El convencimiento es generalizado, la crisis que estamos atravesando en Occidente tiene su origen en una pérdida de rumbo y de valores que ha causado entre otras cosas, un declive demográfico, la reducción de la capacidad de esfuerzo e  innovación de las generaciones jóvenes, el espejismo de poder sustituir casi todo con finanzas virtuales… Si el origen de la crisis son los valores es ridículo pensar  que la solución pueda ser tecnocrática. Occidente y, Europa en particular,  no tiene más remedio que buscar en sus raíces la energía necesaria para afrontar los desafíos del presente y del futuro y superar el miedo que la tiene bloqueada. La crisis económica  como si se tratase de una guerra está haciendo tambalear los fundamentos de las instituciones y de la misma cultura democrática. Hay, quien incluso llega a decir, que Occidente y Europa en particular está sumergida en una crisis de tal envergadura que la acerca día a día, peligrosamente al ocaso. Sin embargo, Europa ha sido siempre el espacio donde las ideas sobre la dignidad del hombre han sido institucionalizadas, en la que la universalidad de ciertos valores ha convivido con el pluralismo y el respeto  a los valores de otros. Retomar este patrimonio cultural, que parece estamos olvidando,  por cuestiones económicas o de poder es lo que nos puede salvar de la decadencia. Y como a rio revuelto ganancia de pescadores, ahí tenemos a Artur Mas lanzando desafíos para echar más leña al fuego. ¿Qué grado de desfachatez o inconsciencia alimenta al señor Artur Mas que invoca Europa para justificar su improvisado independentismo?

Las grandes transformaciones de nuestro tiempo necesitan políticos capaces,  que sepan conjugar competencia y visión, principios morales y altura intelectual.   Lo que está  demostrando Mas con su oportunismo es una gran carencia en muchas facetas.

Aún sabiendo que el  Parlamento catalán no puede proclamar un Estado propio, ya que  carecería de valor jurídico y para llegar a esos extremos  se requeriría la reforma de la Constitución y una consulta a todos los españoles, Artur Mas lanza el órdago y se queda tan pancho. Probablemente se trata de  una mezcla de idealismo ingenuo y necedad de quien intenta distraer la atención para esconder su incompetencia y su incapacidad de resolver los problemas de Cataluña. Mal asunto cuando uno culpa de todos sus males siempre a los demás. Es lo que nos faltaba, “no cabíamos en casa y pario la abuela”, dice el refrán popular. La de Artur Mas es una gran ineptitud y ya son muchos los catalanes que se están dando cuenta:   «la inestabilidad política añade crisis a la crisis» y eso tampoco conviene a Cataluña.

por @mbellido

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