A una frase casual corresponde a veces una reflexión. Una noche de hace muchos años alguien me dijo parafraseando al poeta: “Nadie pierde sino lo que no tiene”. Hoy nace en mí una reflexión después de tantos años, pues la misma persona me dice hoy otra frase no casual: “quizás pierdo lo que tenía”. Y yo recapacito admitiendo que a veces lo que es todo se convierte en nada. Puede suceder que de repente los espejos de nuestras vidas se hagan mudos y ciegos y no nos reflejen porque, perdiendo algo importante en nuestras vidas, ni vemos ni nos vemos. Y el verso que nos inspiraba ayer hoy se vuelve contradicción. Nos olvidamos que a menudo los dioses se vuelven avaros no concediéndonos lo que suplicamos en el incesante presente. Los que moran más allá del monte Olimpo juegan con el guión de nuestras vidas como aquellos pianistas que sobre el teclado ejecutan la partitura sin demasiada escrupulosidad dejándose llevar de vez en cuando por la propia inspiración. En ese tránsito nos parece atravesar un tiempo sin historia. No todo es lo que parece mientras caminamos hacia aquel brillo desesperado y final de la tierra prometida. Nos guía una estrella. Ya lo dijo el sabio:”Se vuoi tracciare un solco diritto, attacca il tuo aratro ad una stella…”. En el oriente de nuestro corazón siempre hay encendida una guerra, iniciada siglos atrás en la espuma del mar de Chipre, trasladada hasta nosotros por la lasciva paloma y alentada cada instante por el imprudente y caprichoso flechero de dos dardos. Ni Artemis, ni Atenea, ni Dionisio logran apartarnos del destierro. Una sola es la estrella en la arrasada noche, semejante a las demás, pero la única capaz de sonrojar al alba. Todas son bellísimas, singulares, memorables pero una sola quiere ser Hera.
Para no perder lo que no se tiene hay que tenerlo, como se tiene el sueño, el hambre, el esfuerzo y la rutina, el sabor del agua y el estremecimiento del frío. Graham Bell aconsejaba de no ir por el camino trazado, porque conduce hacia donde otros han ido ya. Para no perder lo que se quiere hay que buscarlo como el explorador, que va adelante aún sin conocer el sendero. Jamás se desvía uno tan lejos como cuando cree conocer el camino, sintiendo y presintiendo esa dicha que la voluntad escoge en un quieto y resplandeciente sueño que nunca nos despierta y que no conoce ni aurora ni ocaso. Más vale buena esperanza que ruin posesión. El corazón se lo merece. Aunque tengamos que repetir con el dramaturgo de Madrid que pintó de oro su siglo “que más mata esperar el bien que tarda que padecer el mal que ya se tiene”.

por @mbellido

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