He conocido en estos últimos meses a dos mujeres inmersas en la vida política, una ejerciendo su actividad en la Administración local y otra en la Administración autónoma, dos mujeres distintas en cuanto a personalidad y militancia política, pero con unas características en común: compromiso diario con la ciudadanía, espíritu constructivo y diálogo. Dos personas que me han hecho apreciar, aún más, la belleza y la particularidad de lo femenino. He notado como su gestión diaria está proyectada al servicio y vivida en un diálogo constante con los compañeros del otro sexo a los que saben acoger, valorizar, sostener y apreciar. Dos personas que transmiten la felicidad de haber nacido mujeres, de conocer el profundo valor de la maternidad, de poder acoger en sus entrañas la vida, de ampararla y de permitir su desarrollo progresivo hasta alcanzar el máximo de su expresión.

Con estos dos ejemplos resulta atractivo reflexionar sobre el papel que la mujer tiene en la política o, mejor dicho, qué color puede dar a la política. Seguramente en política hay metas y prioridades irrenunciables que la sensibilidad de la mujer sabe captar y gestionar mejor, como, por ejemplo, la construcción del diálogo entre los ciudadanos y las organizaciones, el desarrollo de las habilidades de cooperación entre personas, grupos sociales y culturas, el sostenimiento del bienestar interpersonal, el acogimiento de aquellos que son diversos por ideas, clases o cultura, la gestión de una economía al servicio del bien común y cuidadosa de los sectores mas débiles o más pobres, el uso racional de los recursos naturales, la conciliación, los ancianos, la educación, la familia…

Son aspectos que, llevados a cabo, pueden permitir un sano y equilibrado progreso. La mujer es constitutivamente sensible al acogimiento y por tanto a proporcionar bienestar.

Mucho aún tiene que cambiar la sociedad para que no siga organizándose según los ritmos y las preferencias masculinas enraizadas en nuestra civilización desde hace siglos, sobre todo en cuanto a los tiempos de vida familiar y de trabajo en las ciudades. Solo el genio femenino en política podrá aportar esas pinceladas que tan necesaria son para mejorar la vida social. Mujeres que no fomenten la competición entre sexos sino la confrontación dialogante entre la percepción masculina y femenina de la existencia y de la organización de la sociedad. La mujer puede afrontar de un modo natural algunas de las prioridades y metas irrenunciables en la política, no a través del poder o la competición, sino orientándolas a salvaguardar las relaciones, la protección de los débiles y el bienestar. La mujer política, por su condición potencial o real de madre y su inteligencia emocional sabe que la vida no es siempre una constante contienda con adversarios, ni que es indispensable la reyerta dialéctica para obtener una existencia mejor.

Una madre sabe persuadir con afecto en las trifurcas de los hijos y educar a la cooperación y al entendimiento. En una sociedad multiétnica y globalizada como la actual donde las transformaciones sociales están a la orden del día, es indispensable desde la política ejercer este diálogo tolerante que abra puertas a la esperanza de un mundo mejor. Aumentan los inmigrantes, la cultura se diversifica, aumenta la tercera edad, crecen los riesgos en todos los frentes, estamos aún inmersos en una profunda crisis económica y la política con la “p” mayúscula tiene que dar muchas y nuevas respuestas a la sociedad actual. Seguramente la mujer puede jugar un papel precioso, útil e imprescindible.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com