Hay monólogos y diálogos. Cuando entablamos una conversación nos disponemos a darnos a conocer.  Esta es una de las características del diálogo. Desgraciadamente en la sociedad en que vivimos y con los tiempos turbulentos que corren este espíritu de diálogo muestra síntomas de agotamiento. La ausencia de diálogo se produce cuando las personas se repliegan sobre sí mismas  con la única preocupación de reafirmar una cierta identidad y cuando dejan de escucharse. Con respecto a la esfera política los contendientes se intercambian sospechas, dardos envenenados, eslóganes, cartuchos de demagogia, maldades… Un cierto espíritu de cruzada se ha apoderado de algunos dirigentes políticos que sintiéndose en posesión de la verdad atacan al contrario con un discurso aprendido a memoria que no deja espacio para la escucha. En ese ring es imposible matizar posiciones y lograr un pensamiento común articulado. Este modo de hacer no tiene nada que ver con la esencia de la comunicación. De hecho el término comunicación provienen del vocablo latino comunicare que significa poner en común.   En los discursos políticos se percibe  una libertad de expresión  crecientemente condicionada por la exasperación de los controles partidistas. No se pone en común porque se intenta imponer, no convencer, porque no se acepta otro pensamiento distinto aunque venga cargado de sensatez.  Las consecuencias para la democracia son pésimas. No se puede construir en política sin diálogos y debates auténticos. El diálogo requiere saber dar la palabra al interlocutor y escucharlo. Cuando la preocupación es solo la de decir, asistimos, no al dar la palabra sino al retirarla y eliminarla, naturalmente la del interlocutor. Ejemplo que se ha seguido en las tertulias radiofónicas y televisivas, o en las discusiones callejeras. La prepotencia del discurso único en política tiene un altísimo coste en democracia. Antes o después se pierde la credibilidad, el respeto y la relevancia pública. Asistimos estos días a un ejemplo muy claro. El ruido independentista que ha generado Artur Mas tiene toda  la pinta de haber sido un endiosado monólogo inspirado por afanes de poder y desarrollado en un discurso más o menos improvisado y sin fundamentos reales.   Un discurso lleno de falsedades sobre una Cataluña independiente dentro de la UE que antes o después le pasará factura.    El diálogo, me reafirmo en ello, no es una opción sino la ruta obligada hacia la verdad. Es en el diálogo libre donde las distintas posiciones pueden encontrar un equilibrio y enriquecerse aún más. Artur Más con su monólogo independentista ha generado y extendido un malestar entre los españoles que reconocen positivamente lo que es Cataluña para España y España para Cataluña. Un malestar que no puede terminar bien. Quien siembra vientos terminará recogiendo tempestades.

por @mbellido

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