El tiempo de la reflexión es una economía de tiempo. Así decía Publio Siro, poeta dramático romano del siglo I a. de C. Todos sabemos que una reflexión calmada y tranquila desenreda nudos. Sin embargo, escuchando diariamente lo que se dice en el patio político y mediático, se tiene la sensación de que se habla mucho y se reflexiona más bien poco. Se habla sobre todo de  política. Digo hablar porque en realidad escuchamos muchas palabras y pocos hechos.  Afortunadamente de vez en cuando la política, en este caso el Gobierno, genera algo a favor de los emprendedores; me refiero al plan que aprobó el mes pasado el Consejo de Ministros. Todos nos hemos alegrado por ese programa para reducir la burocracia, gracias al aprovechamiento de las nuevas tecnologías para facilitar la creación de empresas.

El portal «Emprende 3″ permitiría abrir empresas con agilidad realizando los trámites simultáneamente con tres Administraciones. Siempre sostendré que el bienestar de los ciudadanos pasa por el bienestar de las empresas y en este país se hace demasiado poco por el tejido empresarial y se suele pasar por encima del desarrollo de las empresas, de sus avances y logros y de los esfuerzos que hacen por mantener el empleo. Parte de la culpa la tenemos los medios de comunicación, a menudo mucho más interesados en la lógica de las audiencias que en la comunicación constructiva. Se versan a diario ríos de tinta para publicar demagogia coyuntural. Ya se sabe que algunos líderes políticos son especialistas en revestir necedades con palabras mayores y esas casi siempre son idóneas para componer un titular a cuatro columnas. Se da demasiado espacio a delirios partidistas, utopías y quimeras inalcanzables, se lanzan arengas vacías de contenido, sustancia y concreción  que chupan energía a esta sociedad aniquilando ilusiones y esperanzas y deprimiendo a la población. Algunos políticos se llevan la palma cuando, manipulando la realidad, parecen creerse que la gente es idiota y  atentan con ciertas ideas y  conclusiones contra la inteligencia de las personas.

Necesitamos hablar de empresas, de cómo crear puestos de trabajo, de cómo ayudar a los empresarios, de cómo facilitar la creación de nuevas compañías, de qué sectores tienen más posibilidades de crecer, de cómo internacionalizar… Esos son los temas que interesan a una sociedad civilizada y que necesita plantearse seriamente cómo salir de la crisis actual.

La política tiene que allanar el camino a los empresarios, no complicarles la vida. El camino de la competitividad no puede suponer que las empresas incurran en restricciones y obligaciones que no son exigibles a otras, en otras partes del mundo, con las que  están llamadas a competir. Los empresarios demandan de la política menos distorsiones, menos obstáculos y más claridad y facilidad reguladora. Es posible convertir España en un mercado empresarial vivo y dinámico que ayude a relanzar la economía y reduzca el paro. Es fundamental adaptar nuestro mercado a las pymes teniendo en cuenta  la nueva revolución tecnológica. Las pymes son la base de nuestra economía y hay que dotarlas de ventajas fiscales que propicien su multiplicación, que incentiven la innovación y faciliten un desarrollo más eficaz  de nuevas  iniciativas. La premisa  indispensable para dar vida a esas actuaciones es comenzar a dar visibilidad en la sociedad a este tejido empresarial, evitando su criminalización por parte de la izquierda radical y de los antisistemas y dirigiendo los focos sobre todo aquello que de positivo está haciendo y desarrollando. Esta es una parte esencial de la revolución cultural que podemos hacer en estos momentos. Tenemos que amplificar la voz de los emprendedores, oscurecer y debilitar las voces de esos falsos alquimistas que se esconden detrás de hábiles dialécticas al servicio de la desestabilización de España. Vergüenza ajena procuran algunos dirigentes políticos capaces de manipular las audiencias con recetas imprudentes sin haberse ganado nunca la vida en un puesto de trabajo fuera de la política,  sin tener en su currículo la realización de algo importante, sin haber conseguido nada de concreto en su vida, exceptuando el haber dado algunos codazos para hacer carrera en un partido.  Es tiempo de empresas. Reflexionemos, el futuro es un lujo que se gana sólo con esfuerzo e ingenio.

Manuel Bellido

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por @mbellido

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