Como sería importante que, alguna vez, a algún ministro de Educación se le ocurriera hablar de la escuela como modelo de vida, como ámbito donde aprender a vivir, además de ámbito donde hacer.  Hace años ciertas escuelas eran así. Mi primera escuela y probablemente gracias a mi maestra, no era solamente un lugar y un medio para conocer la gramática y la aritmética, era una especie de espacio de “humanismo on the road” donde se nos mostraban valores, para ser mejores personas  y se nos mostraban  instrumentos para alzar el vuelo en la vida.  Hoy, sin embargo, conozco a muchos chicos y chicas que crecen con sensaciones equivocadas y confusas, creyendo que solo los pillos y los “listos” pueden conseguir algo en la vida, que solo el atractivo físico te da bonos de descuento y atajos fáciles, que solo la impetuosidad,  la saña y los codazos  abren las puertas al  poder y, es que se ha ido imponiendo la idea de que ser bueno es de idiotas, cuando en realidad la bondad es signo de inteligencia y, cada vez más, la buena gente va formando parte de los héroes anónimos de nuestros días.  Aprender que se puede dar y recibir a cualquier edad es una asignatura pendiente de nuestra sociedad. Si Platón decía a sus discípulos que buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro, porqué no lo podría decir un maestro a sus alumnos hoy.  Un genio como Beethoven decía: “el único símbolo de superioridad que conozco es la bondad”. Si los chicos saliendo de la escuela tuvieran esta conciencia, el mundo comenzaría a cambiar.

por @mbellido

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