He visto ayer en un documental en la TV a un tigre que cuidaba a su cachorro. El instinto de cuidar a sus crías es increíble en estos animales salvajes. Contemplando la comunicación entre ambos, me preguntaba con qué tipo de lenguaje lo estarían haciendo. También me pregunto a veces cómo se comunican los árboles entre sí, cómo lo hacen las plantas y las flores. Cómo se comunicarán los insectos, los pájaros, las bacterias, esos pequeños organismos unicelulares y pluricelulares. Una comunicación visual, auditiva o química que en parte se nos escapa a los humanos pero que es real y que seguramente se establece por necesidad de alimentación, protección o reproducción. Creo que en la naturaleza todos los elementos hablan, cada uno a su manera. Hablan las nubes, habla el viento, habla la lluvia. Habla también el mar. Ese mar, que conozco y que me conoce desde la infancia, no deja de emitir señales cuando paseo por su playa. A veces lo escucho, escribo en mi libreta alguna frase, las pronuncio, y después las recuerdo en el corazón. Así me siento, el traductor del mar. Esa comunicación se convierte en irrevocable y con sabor de eterno. También de la montaña puedo referir alguna maravilla. Ese fenómeno acústico producido cuando la onda sonora se refleja y regresa con retardo que todos llamamos eco, no es mi voz, lo he comprobado más de una vez. Es la montaña que me habla. La montaña ríe, sufre, avisa, canta, da a luz. Las estrellas hablan con su parpadeo refulgente, son tímidas cuando empiezan a aparecer en el cielo, vanidosas cuando reina la oscuridad y cuando llega el alba caen lentamente come lagrimones para morir en brazos del día. También los desiertos hablan, su lenguaje es infinito, aunque ningún historiador, ni lingüista ha descrito de forma detallada su gramática. He celebrado alguna vez el agua de un pozo y su profunda pena, y en simétricos jardines me he dejado raptar por el repiqueteo de una fuente. Ese sonido es música y poesía universal y todos los hombres conocen su lenguaje. Ya decían los árabes que “después del silencio, el sonido más bello es el correr del agua». Infinitas cosas hay en este mundo. Mi anheloso oficio es hoy escucharlas porque encierran la sabiduría que enseñó a Homero y a Virgilio. Mi destino ulterior ya está fijado para purgar mi ignorancia de lo divino. Iré husmeando por trabadas marañas, como quien se afana en desenredar una madeja. Intentaré dar respuesta a mi pregunta interesada: ¿Qué idioma usa Dios para hablar con los ángeles?

por @mbellido

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