Hace unos días, concretamente el 9 de septiembre, en China se recordaba la muerte, hace 40 años, de Mao Zedong. En mi última visita a Pekín hace unos años comprobé como la imagen de Mao, el fundador de la China moderna y comunista, sigue presente de manera dominante en sus plazas y en sus calles bajo forma de monumentos, esculturas o fotografías colgadas en las fachadas de los edificios públicos. Su cuerpo embalsamado sigue siendo la meta de millones de chinos y de turistas. Sin embargo, esta figura, que hizo que el Partido Comunista bajo su liderazgo, se hiciera con el poder en la China continental en el año 1949, cuando se proclamó la nueva República Popular, tras la victoria en la Guerra Civil, es hoy considerado en modo ambivalente por los mismos chinos, monstruo o héroe. Mao sigue siendo objeto de críticas por su propio partido, que no ha dejado de reconocer sus errores en vida. Lo cierto es que no se ha llevado a cabo una revisión completa oficial para reconocer, entre otras cosas, el caos y los millones de muertos causados por la puesta en marcha del “Gran Salto Adelante”. Se sabe que entre finales de los años 50 y principio de los 60, la gran carestía que siguió a tales acontecimientos provocó entre 30 y 45 millones de muertos. Tampoco podemos olvidar los terribles crímenes que se cometieron durante la Revolución Cultural al final de los 60.
La idea que Mao tenia de China era la de una sociedad ideal unida por un consenso absoluto. ¿Utopía? Hoy sigue siendo muy difícil entender lo que es este país, sin profundizar en lo que supuso el maoísmo y la figura misma de Mao al que no se puede solo estudiar con patrones occidentales. China es hoy un país más tolerante y liberal que en la época de Mao. Muchas cosas que hoy se permiten en China habrían sido impensables en su tiempo, sin embargo la figura colosal de este hombre sigue planeando sobre la China actual.
El Gran Timonel que ganó muchas batallas en vida, tuvo que rendirse ante la enfermedad de Parkinson que le quito la vida el 9 de septiembre de 1976.
Mao Tse-Tung (Hunan, China, 1893 – Pekin, 1976)