Mariano Chimienti es un anticuario y experto coleccionista en antigüedades que conocí en la ciudad italiana de Foggia hace muchísimos años, casi 35. Un personaje singular y exigente en su profesión con el que tuve la ocasión de visitar muchos museos, admirar obras de arte, sensibilizar mi espíritu y crecer en el conocimiento de la pintura y la escultura. Tiziano, Veronese e Caravaggio, entraron gracias a él en mis estanterías culturales. Era admirable su seguridad de juicio, su riqueza en el análisis y la intransigencia con la que denunciaba las falsificaciones de antigüedades. Entre cuadro y cuadro, mientras paseábamos por las galerías de algún museo, me deleitaba con sus experiencias, sus descubrimientos y los detalles y humores de ciertos episodios de la historia del arte. Aprendí mucho en aquellas tardes con aquel verdadero crítico de arte, lector empedernido, polemista vital y, sobre todo, observador agudísimo. Algo que nunca olvidaré eran sus explicaciones sobre los gustos, los sabores y los estilos de vida que en los diversos cuadros representaban los objetos, los muebles, los vestidos o la gastronomía que aparecían pintados. Lecciones de vida cotidiana de las distintas épocas que las obras de arte contenían. Mariano Chimienti cultivó en mí en aquellos años un huerto, sembrado con curiosidad intelectual que hoy sigue dando sus frutos cada vez que me acerco a una exposición. Preciosos instrumentos para seguir leyendo en profundidad obras de arte que siempre pueden revelarnos nuevos descubrimientos, encuentros y soluciones. El arte, si es verdadero arte, no esconde nunca ambigüedades.
Basta estar atentos y ser pacientes, mientras paseamos nuestra mirada sobre la obra para descubrir significados dentro y detrás de la imagen. Es curioso observar en un museo como cada uno mira con diferente actitud e interés y como, a lo largo de la historia del arte, las miradas sobre cuadros y esculturas hayan sido desiguales, contemplativas o intencionadas.
En un tiempo el arte fue incluso apreciado más por el símbolo de poder que emanaba de su contenido que por sus cualidades estéticas. La historia está llena de personajes que protagonizaron complot, luchas e intrigas para lograr poseer magnificas obras de arte con el deseo de investirse, a través de ellas, de una cierta inmortalidad y poder. Incluso el mecenazgo de muchos no fue siempre tan desinteresado. Por mi parte sigo aconsejando lo que hace años le decía a mi hija cuando visitábamos un museo. Hagamos como los detectives: ¿Quién era el artista? ¿Qué representa el cuadro? ¿De qué habla la escena? Después de habernos respondidos y crecido en información, dejémonos llevar por la emoción que nos trasmite. Gocemos.

por @mbellido

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