Acabo de encontrar una fotografía de mi infancia, un momento que recoge un gesto de ternura de mi madre. El lazo de amor entre ambos es clarísimo.

Siempre he sostenido que el amor es la forma más completa de comunicación humana. Lo extraño es que una realidad tan celebrada a lo largo de la historia en canciones, relatos, poesías y que además haya sido  argumento de discusiones filosóficas y teológicas, no hayan captado suficientemente  la atención de los científicos  y no le hayan dedicado algo más de tiempo, absteniéndose  en muchos casos de considerarlo materia de investigación.

Muchos, sin embargo, se han preguntado a menudo si el amor está entre las “necesidades fundamentales” del ser humano. Sabemos que se  llaman “necesidades fundamentales” porque son necesarias para la supervivencia física  del organismo. Son las necesidades de oxigeno, comida, liquido, descanso, sueño, actividad, liberación del intestino y la vejiga, etc.

La supervivencia física es, naturalmente, fundamental para el ser humano, pero no es lo que constituye su esencia.  En esta esencia, aparece una especie de instinto muy potente, la necesidad de amor; no solamente de sentirse amado sino también de amar. A la mayoría que se le pregunte sobre su jerarquía de necesidades, seguramente responderá que el amor ocupa un lugar muy especial. Deduciríamos que  el amor es el nutriente del cual se recoge la fuerza necesaria para sostener la salud física y también la mental; por supuesto también  la espiritual.

De hecho está demostrado que la ausencia de la experiencia amorosa en los primeros años de la infancia puede tener efectos desastrosos en el comportamiento  del adulto. Sobre todo por cuanto concierne  a la capacidad de amar y de mantener relaciones con los demás. Sabemos que la única manera  de aprender a amar es sentirse amado y que la única manera de saber relacionarse con los demás es fruto de haber sido tratados con ternura y calor durante la primera etapa de la infancia. La comunicación que se instaura entre la madre y el hijo son de una importancia capital para el sucesivo desarrollo del niño. Y con “desarrollo sano” entiendo la capacidad de amar, de trabajar, de jugar y de usar la mente en modo crítico. Sin embargo, nunca es tarde para crecer en el amor. A amar se aprende amando, decía una maestra de mi adolescencia. Amar es esa capacidad de conferir a otro ser, con actos demostrativos, beneficios para su bienestar de manera creativa. Mi madre así lo hacía.

por @mbellido

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