Con la preocupación material e inmediata del nuevo curso que iniciamos repaso los datos de algunos barómetros económicos y de empresas que se han publicado durante el verano y sus proyecciones para el último cuatrimestre del año.
En el informe sobre Perspectivas Empresariales en Europa y España para 2002 elaborado por las Cámaras de Comercio europeas, Andalucía se sitúa entre las regiones con más optimismo en previsiones de negocio. Mientras que los analistas económicos prevén un claro crecimiento y los empresarios se sienten optimistas, en ámbitos políticos y sindicales el optimismo no es precisamente la tónica.
Es como si los dados de la mala suerte se hubieran echado el 20 de junio.
Nada parece que vaya a serenar la psique social, sobre todo si a esto tenemos que añadir el recuerdo de los atentados del 11-S y sus consecuencias, cuyo aniversario estamos rememorando, los continuos descuidos estratégicos de algunas administraciones andaluzas en política de desarrollo económico local y los excesos de conformismo e ingenuidad de un buen porcentaje de empresas que siguen en la actualidad como enmudecidas frente a los que las contemplan desde los mercados exteriores. Menos mal que casos como el de Inés Rosales, que hará deleitarse con sus tortas de aceites a un buen número de americanos a través de una red de 5.000 cafeterías, son un faro en la niebla.
Y aunque todos seamos responsables, al menos un poco, de que nuestras cuatrocientas mil empresas andaluzas no terminen de despegar en su expansión e internacionalización, una gran parte de culpa la tiene el ruido altisonante de algunos políticos y sindicalistas que con sus penosas y cansinas revindicaciones victimistas no hacen otra cosa que proporcionar a nuestra sociedad sentimientos y presentimientos de ruina que no conducen a nada.
La abundancia desordenada de estos suspiros fatalistas denunciando la mala situación de nuestra tierra, y siempre por culpa de los “otros”, es una actitud demasiado conformista y una práctica desatinadamente peligrosa que no instalará en Andalucía el milagroso “estado del bienestar” que tanto se reivindica.
El desparramamiento de un pesimismo inútil no incentiva el esfuerzo y no aporta la confianza necesaria para hacer progresar a una sociedad.
Yo temo que no tendremos nunca una economía saneada y un tejido empresarial proyectado hacia el mercado exterior si no se pone fin a esta manera de minar, desgastar y crispar en vez de emplear las energías en hilvanar ideas que produzcan una pluralidad de opciones que desemboquen en desarrollo.
Necesitamos que vuelva la esperanza, que se desparrame en un terreno de infinitas posibilidades que hagan resucitar nuestras ciudades. Los comicios electorales de 2003 serán una buena oportunidad.
Hay que volver a echar los dados de la buena suerte y que nos toque un nuevo “Renacimiento” que nos permita dejar de pensar en términos medievales, nos descubra las posibilidades del potencial humano, nos aleje de la mediocridad y nos inspire e impulse a encarar los retos a los que Andalucía se enfrenta