A veces resulta difícil describir en detalle en qué consiste la política económica de los gobiernos y que razones la asisten. En este caso hablamos del nuestro y en momentos en los que hay motivos suficientes para estar intranquilos: deterioro competitivo industrial personificado en el sector del automóvil, deterioro también en el turismo, una balanza por cuenta corriente que lleva registrado hasta julio un déficit acumulado de 37.671,6 millones de euros, el déficit comercial que ha aumentado ya hasta un 40%, la inflación que se acercará a finales de año al 4%. Y además un crecimiento que se sigue apoyando en el consumo público y privado y en el sector de la construcción.

Un colega me decía hace unos días que esta política económica es algo parecido al truco de cartas del Mago Mix, algo que sólo nos ilumina y conquista escuchando brillantes y lapidarias declaraciones en los telediarios o fascinantes arengas en mítines electorales en las que se puede prometer de todo. Y en cuanto al apoyo al tejido empresarial de la pequeña y mediana empresa, ni hablemos.

Es verdad que cada año se ponen en marcha algunas políticas para favorecer, a través de limitadas subvenciones a las pymes o incentivar el nacimiento de nuevas. Hemos visto cómo se aplicaban mínimas medidas de carácter fiscal, administrativo o financiero y de fomento del autoempleo, pero paradójicamente estas disposiciones para incentivar el nacimiento de nuevas empresas han desmotivado a los que querían crecer en términos generales y no sólo renovar el equipo de ordenadores.

En una región como la nuestra donde el mayor número de sociedades es el compuesto por microempresas y pymes con escasos recursos competitivos, muchos empresarios siguen demandando que las políticas económicas favorezcan no solo el nacimiento de nuevas empresas sino también el crecimiento de las ya existentes, ideando nuevas ayudas e incentivos para poder acompañar ese desarrollo.

Las empresas andaluzas por sectores de producción son más pequeñas y su productividad es menor respecto a las análogas en otras regiones más industrializadas: por eso tienen que crecer.

Por razones inherentes a la propia complejidad de los procesos de renovación, en la mayor parte de los casos resultan más costosas las inversiones para ampliaciones, renovación de maquinarias o aumentos de plantillas que para la creación de una nueva cooperativa o sociedad limitada.

“¡Ah…, qué difícil!” No se le ocurría exclamación mejor para resumir el día a día del pequeño empresario a un lector que me escribía recientemente. Sobre las posibilidades de sobrevivir de las pymes andaluzas se podrían escribir muchos folios.

Este lector también me decía en su carta: “No es verdad que los pequeños empresarios andaluces seamos conformistas, es que la Administración, que está para eso, no crea nuevos instrumentos que favorezcan nuestro crecimiento; bastaría, flexibilizar algo más el mercado laboral, por ejemplo el despido o alargando los periodos de prueba en las nuevas contrataciones. A veces proteger tanto al trabajador es un obstáculo que impide que haya mayor oferta”

Al final pasa lo que tiene que pasar y esto no es por destripar el argumento: ante la falta de mejores políticas económicas que favorezcan de verdad al tejido empresarial e impulsen nuestro desarrollo en cantidad y calidad gana como siempre la generosidad y la capacidad de sacrificio de nuestros empresarios, que siguen luchando contra viento y marea para frenar un lento y doloroso declinar de nuestro sistema industrial.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com