La crisis económica aparece en muchos aspectos como una especie de maltrato psicológico personal y colectivo que a muchas personas parece no darles tregua. Muchos sofocan sin esperanza. En el ambiente flota un aire dañino, a veces, casi irrespirable y, lo peor de todo, es que aunque señalemos a políticos, bancos, instituciones y mercados como los culpables, en realidad esa atmosfera enrarecida la estamos produciendo todos. La crisis, esa “cosa” que invade casi todos los ámbitos de nuestra vida se ha expandido con virulencia sin tener en cuenta a quien enfermaba, ignorando las consecuencias y ninguneando a personas de todo tipo, edades y estatus. Una crisis que para muchos ha supuesto retraimiento, pérdida de capacidad, temor y depresión. En algunos ha generado conductas desorganizadas e incluso antisociales como el retraimiento o el aislamiento. Una amiga psicóloga me decía, que en estos tiempos, tiene llena su consulta de personas que buscan desesperadamente un consuelo, una respuesta, una terapia, un tratamiento que estimule pensamientos positivos, sensaciones y conocimientos para sobrellevarla y no morir de depresión y angustia. Hablando con esta amiga, le he dicho esta mañana, que existe un tratamiento no milagroso, pero que puede ser benéfico, protector y estimulante. Le he recomendado para sus pacientes la terapia de la lectura.
Siempre digo a mis amigos que la mejor de las terapias son los libros. Se pueden recetar libros para todos los males. Su cantidad y variedad es casi infinita. Con ellos podemos auto medicarnos, recetándonos dosis y tiempos a nuestro gusto. Ciertamente la lectura es un tratamiento con interacciones y efectos secundarios, pero siempre positivos. Creatividad, cambio de pensamientos y de ideas, cambios de comportamientos, mejora en el proceso de razonamiento, aumento de la imaginación constructiva, enriquecimiento de nuevas formas de pensar y afrontar situaciones cotidianas, nuevos modos de afrontar sensaciones y sentimientos….
La lectura seguramente pondrá en valor lo que ya sabemos, lo que queremos y podemos. La lectura es siempre fuente de conocimiento y, de consecuencia, de talento.