A veces tenemos la sensación de que la creación del mundo se produce cada día. Otras veces la sensación es bien distinta: todo está parado, lo que acontece o no tiene relevancia o es demasiado banal para considerarlo. Un amigo pintor a menudo me repite que cada nueva creación supone abolir las anteriores y yo pienso que en otros aspectos también es necesario tener el valor de tirar a la papelera las hojas del calendario viejo y escribir en otras páginas algo nuevo que mire al futuro. La renovación cíclica es una necesidad que todos tenemos y cuando la hacemos supone un acto de creación.
En la vida hay tiempos para todo, hay tiempos que nos devoran, tiempos que se nos escapan, tiempos que no terminan nunca. En la vida y en nuestro día a día hay tiempo para destruir y tiempo para construir y en este último incluimos los actos creativos o creadores.
Crear es dar vida a un comienzo absoluto, y en el instante inicial se produce una chispa que nos ilumina y nos arroja en un camino desconocido, que la mayor parte de las veces no sabemos a dónde nos conducirá. La condición natural de la vida humana tiene en el acto creativo mucha de su razón de ser. Crear bienestar, cohesión social, belleza, progreso tecnológico en armonía con las leyes de la naturaleza forma parte de la dimensión espiritual e intelectual del hombre. Sería empobrecedor considerar el trabajo solo como un medio para sobrevivir, sabiendo además que ocupa el ochenta o el noventa por ciento de nuestra vida y, sobre todo, que en la mayor parte de los casos se concreta en actividades no necesariamente placenteras, elevadas, sanas o relajantes. La única posibilidad de dignificarlo es considerándolo un acto creativo. Sería la manera de unificar lo físico, lo mental, lo emotivo y lo espiritual en un plano más atractivo, placentero y justificado. La conciencia de que el trabajo es vulgar o dañino se da cuando se realiza con el único fin de ganar dinero, de generar poder para sí mismo y miedo y pobreza para otros. Solo la dimensión espiritual puede dignificarlo. También la política tendría que ser un acto creativo constante, destinado a servir. La política es despreciable cuando se parte de una visión estéril y egoísta dirigida solo a mantenerse en el poder. Esto vale para todas las profesiones, pero en política la creatividad es esencial. No tendríamos 5 millones de parados si nuestros gobernantes hubieran ocupado su tiempo en el acto creativo de servir a la sociedad sin perder tiempo mirándose al ombligo.

por @mbellido

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