La naturaleza no perdona

Mucho se sigue hablando de cambio climático y esto da la sensación de que el tema medioambiental está en boca de todos y que a todos nos ha sensibilizado. En parte sí, pero no termina de calar en la vida cotidiana. Es urgente reflexionar sobre un nuevo estilo de vida respetuoso con la naturaleza. No es sólo una cuestión ecológica, se trata también de una cuestión ética. Tendríamos que comenzar a hablar de ética medioambiental en todos los sentidos y aplicarla a nuestras acciones como, por ejemplo, al consumo de los recursos y a sus consecuencias. Ningún ser viviente tiene la capacidad de prever los efectos que puede causar sobre aquello que hace, produce y consume como el ser humano. Se trataría, por tanto, de aplicar a todas las actividades que realiza el hombre ese principio de ética que las haga compatibles con la supervivencia de la humanidad, la conservación del entorno y un desarrollo sostenible. Y la ética también tiene mucho que ver con la justicia. No podemos privar de bosques a los brasileños porque los europeos quieran muebles de madera exótica. No podemos derrochar agua cuando millones de personas no tienen ni un vaso al día para consumirla. Los bienes del planeta tienen un destino universal, son para todos los seres que lo habitan, no sólo para una elite privilegiada. Nadie puede ignorar ya la deforestación feroz que se lleva a cabo en muchos lugares del planeta, las montañas de residuos que no se reciclan, los tóxicos sobre playas o zonas naturales y la extinción de muchas especies de fauna. La información y las noticias en los Medios de Comunicación nos llevan a tomar conciencia. Sin embargo, la impotencia ante lo dilatado del problema o el poco conocimiento de lo que se puede hacer nos deja igual. Tendríamos que reflexionar y actuar en consecuencia. No olvidemos el proverbio: “Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, la naturaleza nunca”.