He sido siempre y, sigo siendo, muy escéptico y desconfiado con las agencias de rating.
Moody’s, Standard% Poor’s, Fitch no son instituciones de control independientes sino agencias privadas. Compañías en constantes conflictos de intereses, sea en confronto de las sociedades cotizadas que se dejan mucho dinero para recibir el rating, que de los propios accionistas. Trabajan en régimen de oligopolio, no son punibles sus errores por ninguna autoridad y se les otorga un poder desproporcionado. Muchos de sus movimientos parecen tener finalidades de lobby. Es curioso que el presidente del “Consiglio italiano”, Monti, fuese consejero de la agencia Moody’s. En una economía liberal también se necesitan reglas y estas agencias parecen no tenerlas. La influencia que ejercen es tan grande que pueden poner en riesgo las soberanías nacionales y, de consecuencia, la democracia. No es posible que todo un país se levante cada día pendiente de la prima de riesgo y del veredicto de estas agencias. La Unión Europea ni se inmuta, los gobiernos achacados y atemorizados sin capacidad de reacción y los medios de comunicación, algunos demasiados conformistas, sin atreverse a toserles ni a explicar porqué lo hacen. Vivimos inmersos en una especie de engaño que produce una economía virtual, que chupa la sangre de la economía real y nos ata de pies y manos. ¿Quién paga el pato? Los de siempre. Todos nosotros.