Siempre queda algo por contemplar y siempre queda algo por decir. El día a día nos concede sufrimientos, preocupaciones, afanes, pero también nos regala momentos llenos de belleza. Esta mañana me aventuré en un paseo por un bosque al que acudo de vez en cuando, para llenar mis ojos de verde, marrones y azules y también para reflexionar. Es un bosque que me conoce y al que conozco. Mientras caminaba por la parte más densa, donde la distancia entre los árboles es más tupida, pensaba en cosas que me hacen sufrir; en las inevitables ausencias de los que ya no están con nosotros. También pensaba en el desánimo que me produce la terquedad de esa parte de la sociedad que no es capaz de atender a razones, en la hipocresía de los que se empeñan en atacar constantemente a quienes no piensan igual, en la tristeza que me procura la demagogia política de ciertos partidos en este país, en la vergüenza ajena que siento cuando los que mienten acusan a otros de mentir, al rechazo que me procuran esos que son capaces de cualquier cosa por alcanzar y mantener el poder, al hastío que siento cuando oigo hablar a esos que dicen que representan a los pobres, a los obreros y están a favor de las políticas sociales y, sin embargo, no son capaces de privarse de nada, prevarican, roban y se representan solo a ellos mismos, a la irritación que siento cada vez que oigo hablar del aborto en términos de defensa de derechos de la mujer y no de defensa de la vida. La mujer podrá hacer con su cuerpo lo que quiera y será responsable su conciencia, pero su cuerpo no es el cuerpo de la criatura que lleva dentro.

Caminando llegué a un claro, la distancia entre los árboles era mayor y me encontré en un espacio abierto. Ni la aridez ni el dolor pueden contra la vitalidad, el vigor y la enseñanza de la naturaleza. Un fragmento de naturaleza puede a veces redimir un todo de malestares. La luz entraba en el claro a raudales. Pensé que en esta encrucijada histórica donde la crisis económica, política y de valores oscurece el bosque de nuestra sociedad, tenemos necesidad, de vez en cuando, de un claro que nos permita ver el azul del cielo. Hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego, hay quien oye en el bosque solamente el canto de algunos pájaros, hay quien en el bosque camina solamente por el camino más transitado, hay quien en el bosque ve solo las plantas con espinas, hay quien vive y no ve más que sí mismo. A veces necesitamos un momento de contemplación que nos permita desprendernos de las limitaciones del tiempo en que vivimos y de la inercia del espacio donde nos movemos. La naturaleza muestra huellas, para sumergirnos de vez en cuando en nuestra intimidad y encontrar esa conciencia que nos servirá a dar respuesta a nuestras vivir cotidiano. La lógica de la naturaleza es sabia. En los bosques las ramas de los árboles crecen armoniosamente de tal manera que ninguna tapa el sol a las otras ramas. Ojala y nuestra convivencia se inspirase en tan singular modo de coexistir.

por @mbellido

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