La música casi siempre nos hace evocar recuerdos de momentos y de personas. Cuando la forma musical es repetitiva, la imagen de lo evocado vuelve una y otra vez. Eso es lo que provoca en mi “Cuadros de una exposición”, esa  famosa suite de piezas, compuesta por Modest Músorgski para piano en 1874 y que Ravel orquestó entre 1922 y 1923. Con esta pieza Mussorgsky intentaba retratarse a sí mismo y a sus impresiones mientras paseaba por la galería donde se exhibía la exposición de Hartmann.  Cada  exposición  que visito en estos años  me vuelve a regalar la sensación de que esta música me acompaña cada vez que paseo entre cuadros. Sin embargo esta mañana escuchando en la penumbra de mi salón una grabación de la Orquesta sinfónica de RTVE bajo la dirección de Miguel Ángel Gómez Martínez, de hace unos años, no evocó en mí el paseo entre obras de arte sino la levedad, la elegancia, la atención y la ternura de alguien que me acompañó la última vez que visité el Louvre. Sus breves y exquisitos comentarios, su mirada y sus gestos eran bellos cuanto las obras de arte que arrebataban nuestras miradas. Cuando terminó la grabación me levante y busque entre mis cuadernos las anotaciones que hice aquel día. En una de las anotaciones escribo: “Hoy mientras contemplaba La gran odalisca, ese cuadro de Dominique Ingres que representa a una mujer desnuda, tenía la sensación que ella nos percibía realmente en el mismo momento que la mirábamos, como si estuviera realmente allí a pocos metros posando desnuda. Es absurdo porque esta mujer de  un harén turco quizás nunca existió y está más allá del tiempo y el espacio, donde no existe corporeidad y sin embargo hoy sentía hasta el perfume delicioso de su piel”

Hoy la música me ha traído la presencia difusa de dos mujeres, una real que en estos instantes quizás también me piense mientras  aprueba lo que escribo y de otra que me declaraba su deseo con  mirada enigmática, belleza individualizada, exageradas curvas y la dulzura de su rostro oriental.

Estos pequeños y raros regalos que a menudo me trae la música son de un  gusto particular que no siempre sé  compartir y se quedan suspendidos en mis pensamientos como el cuerpo sensual de La gran odalisca que parece flotar entre el preciosismo del azul en las cortinas, combinado con el rojo, el blanco y el dorado del ambiente que recrea Músorgski.

La imagen es la Gran Odalisca un cuadro de Dominique Ingres, 1814

por @mbellido

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