La Expo de Shangai,

La Expo de Shangai, bajo el eslogan «Mejor ciudad, mejor vida», quiere ser para el gobierno chino una demostración de fuerza y modernidad, exhibiendo la creciente influencia económica y geopolítica de China, tanto al mundo como a sus ciudadanos. Los 4.200 millones de dólares invertidos, 28.600 millones de yuan, quieren servir, una vez más, para comprar la admiración de los 191 países y cuarenta y ocho organizaciones internacionales que, junto a los setenta millones de visitantes previstos, caminarán sobre la alfombra roja preparada para acogerlos entre el 1 de mayo y el 31 de octubre de 2010. Debajo de toda esa impresionante parafernalia parece que se esconden también activistas encarcelados, expulsión de disidentes y restricciones a los medios de comunicación, según denuncian muchas organizaciones en defensa de los derechos humanos. Sharon Hom, director ejecutivo de la ONG Human Rights in China (HRIC), declaraba recientemente que “las autoridades chinas temen que la comunidad disidente pueda denunciar las numerosas violaciones de los derechos humanos a los lideres mundiales o a los periodistas presentes en la Expo”.
Las relaciones de China con el resto del mundo han sido tensas en los últimos tiempos. Temas monetarios, censura a Google, supuestas y constantes violaciones de los derechos humanos están enturbiando esa imagen de libertad y paz que China quiere proyectar sobre el mundo. Lo peor es que, al mismo tiempo, aumentan cada vez más las críticas desde dentro del país. Son muchos los detractores de esta Expo entre la población china. Los desalojos para construir pabellones, la masiva operación de seguridad y acoso a los disidentes y el alto coste que se ha pagado para ponerla en pie, en una nación donde la brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor, han levantado ampollas. Esperemos que, además de brillar por su Expo, China brille muy pronto por la democratización de su sistema político y por el respeto a las libertades. Ojalá la Expo contribuya a abrir camino…