La democracia ciertamente no es solo un puñado de votos en el interior de una urna cada cuatro años, pero hay que reconocer que sin esos votos la democracia tampoco existiría. Precisamente esos votos en las recientes elecciones municipales han creado un nuevo itinerario, una nueva etapa en nuestra historia democrática. Durante muchos días los medios de comunicación hemos hablado de los ‘indignados’ de la Puerta del Sol de Madrid sin ser conscientes de que era solo una avanzadilla y que la gran masa de verdaderos indignados estaba en sus casas, esperando el momento oportuno para manifestarse y proclamar su soberanía con esa arma potentísima que es una papeleta, con unos nombres, un programa de gobierno y una sigla. Los ciudadanos han hablado y lo han hecho con saña. Han decidido mandar a la oposición a quien nada había hecho, por incompetencia o por descuido, para sacarnos de la crisis. La nueva realidad que pinta de azul el mapa de las administraciones locales ha creado una nueva expectativa en la ciudadanía. La constelación de gobernantes locales ha cambiado y la gente espera soluciones y no demagogia, austeridad y no derroche, cercanía y consciencia de la realidad, no poder y coches oficiales. La gente busca ilusiones y esperanza en un futuro mejor. Todos queremos salir de este agujero donde nos metió la crisis y donde nos mantiene la respuesta tardía e incompetente de Zapatero. Y de su equipo de Gobierno.

La crisis no ha sido una epidemia ni un desastre natural. No ha sido la peste. Ha sido una situación coyuntural gravísima que tuvo sus orígenes en el sector inmobiliario, que hizo tambalear a las entidades financieras por los créditos concedidos y a los sectores relacionados con la construcción. Esto acarreó el cierre de empresas, el paro y la desventura para muchas familias. En esa situación se encontraron al inicio de la crisis muchos otros países que supieron reconocer la situación y se pusieron inmediatamente manos a la obra para solventarla, con ajustes, recortes, austeridad, reformas laborales y fiscales y una serie de medidas que actuaron de palanca para volver a levantar dichas economías. Aquí, sin embargo, no. El Gobierno mintió una y otra vez para salvar unas elecciones, llamando catastrofistas y antipatriotas a los que advertíamos de la situación. Y al final hasta bellacos.

La mentira se instaló en el poder gubernamental y se multiplicaron pinochos patrañeros que un día nos decían una cosa y al otro la contraria con el mayor de los desparpajos. La ciudadanía no perdona ni las mentiras ni las promesas incumplidas.

Muchas familias han padecido una violenta expropiación, un despojo injusto de trabajo, casa y bienestar mientras escuchaban al mismo tiempo que se estaba protegiendo sus derechos sociales. Muchas familias, todos en paro, han tenido que recurrir a los comedores de Caritas, probando en su propia carne el amargo acíbar de una humillación inmerecida, mientras veían que otros, desde el poder político, traficaban con influencia para enriquecerse ellos mismos o proteger a los del ‘propio barrio’.

El astronauta Zapatero nunca ha bajado a la tierra, nunca ha puesto los pies en el suelo, y nunca se ha preocupado de los problemas reales de la gente. Toda su tarea era mostrar una resistencia heroica frente a una invasión extraterrestre supuestamente asimilada al imperio del dóberman que amenazaba a esta humanidad con quitarles las pensiones, privatizar la educación y la sanidad, y resucitar a Franco.

No sabremos nunca si su rojo activismo responde a una sed insaciable de poder o a una actitud de verdadera donación para salvar a España de supuestos alienígenas. Lo que sí sabemos es que nos deja cinco millones de parados, 953 ediles de Bildu en las Instituciones y un PSOE hecho trizas.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com