Maghreb es una voz árabe que significa “lugar por donde se pone el sol”. Magreb a secas es también su nombre: Marruecos por tanto significa puesta de sol. Este nombre que proviene de su posición geográfica es ya de por sí un atractivo para acercarse a él y conocerlo, como hizo Eugène Delacroix que en su particular descubrimiento de Marruecos en 1832 en una misión diplomática, ante esa algarabía de colores, olores, perfumes, sonidos y gente bañadas por el sol exclamó: “La preciosa y rara influencia del sol da a todas las cosas una vida penetrante”.
Pero Marruecos no es solo un país para visitar, también se puede convertir en lugar donde hacer buenos negocios.
Por un lado es verdad que Marruecos se sigue enfrentando a los problemas típicos de los países en desarrollo. En el conjunto de su economía, con los fuertes rasgos provenientes de su pasado colonial, mantiene un elevado peso del comercio exterior, una marcada concentración geográfica de los flujos comerciales y una especialización en productos primarios y de bajo valor añadido.
El pago de su elevada deuda, el alto paro y su dependencia de las fuerzas económicas del exterior son problemas que arrastra desde hace mucho tiempo y a los que se enfrenta diariamente, sumando esfuerzos para sacar el mayor partido a sus recursos naturales, fosfatos, mineral de hierro, manganeso, plomo, cinc, pescado y sal, y a sus productos agrícolas, cebada, trigo, agrios, vino, hortalizas y a la ganadería.
Por otro lado es también verdad que su situación específica no permite enmarcarlo con el resto de los países en vía de desarrollo ya que, por ejemplo, disfruta de un acuerdo de cooperación con la Unión Europea, con muchas ventajas de acceso a este mercado comunitario, que le permite mantener otros horizontes económicos.
La proximidad geográfica, las afinidades evidentes por esta misma vecindad y por los elementos históricos comunes entre Andalucía y Marruecos hacen que desde la Administración andaluza se trate de impulsar encuentros que propicien la cooperación y la colaboración. Los frecuentes viajes del presidente de la Junta, las reuniones de trabajo entre las principales autoridades, los encuentros empresariales para fomentar acuerdos están a la orden del día. Marruecos es sin duda hoy un lugar propicio donde invertir por su cercanía, porque su economía tiene amplias posibilidades de crecimiento, por los acuerdos de asociación con la Unión Europea, por los bajos costes laborales y un mercado de trabajo flexible y por el Régimen fiscal favorable a la inversión extranjera.
El desarrollo de las dos orillas del Estrecho nos conviene a todos. Conviene a los andaluces. Los empresarios que están ya invirtiendo ven con nitidez que Marruecos no sólo es una buena tierra para vender, sino que este país se puede convertir en la plataforma para desarrollar proyectos y avanzar en los mercados del entorno. Y, por otro lado, el desarrollo económico de Marruecos comportaría modernización social, democratización política y contribuiría a dar respuesta a los flujos migratorios, y por supuesto ayudaría a la estabilidad y seguridad en el Mediterráneo ante los problemas derivados del fundamentalismo islámico.
La oleada de inmigrantes provenientes de aquellas tierras en busca de mejores condiciones de vida y que acuden cada vez en mayor numero a tocar a las puertas de Europa a través de Andalucía está creando situaciones que ponen en serio peligro la dignidad y la seguridad de las personas. Ni es mercancía la que llega ni simple fuerza de trabajo: son personas a las cuales se les tienen que respetar sus derechos fundamentales y su dignidad humana, pero tienen que llegar de manera regular y controlada. El desarrollo de Marruecos creará mejores condiciones y mejores políticas para lograr ese flujo migratorio legal y controlado, que impida las tragedias a las que nos estamos acostumbrando.
2006 es el `Año de Marruecos en España’, una buena oportunidad para hacer una apuesta decidida por el país donde se pone el sol.