El otro día me llama por teléfono un amigo. “¿Por qué no has dicho claro en tu revista que hemos entrado en un periodo de recesión económica?” ¿Quién ha osado decirlo rotundamente hasta ahora? “Los medios de comunicación no han hecho otra cosa en estos meses que mandar señales de humo, pero nada más”. En Bruselas, en el BCE, y en todas las instituciones se imponía el optimismo y creo que nosotros también estábamos obligados a no propagar desaliento. Pero mi amigo no deja de tener razón. Hemos empezado el año manejando datos, de carácter fiscal y en forma de previsiones procedentes de institutos econométricos europeos que hablan claramente de un primer trimestre de 2002 de eurorecesión inevitable y creo que España, y de consecuencia Andalucía, no podrán sustraerse a ese destino.

El nuevo año capicúa esconde además muchas incógnitas. Seguiremos pegados a la pantalla del televisor a la expectativa de nuevos atentados o nuevas guerras. Veremos nacer muy probablemente una nueva macroeconomía. Asistiremos a la lucha encubierta de los partidos políticos por el control del nuevo movimiento juvenil. Viviremos en estado de inquietud en cuanto al mantenimiento de la creación del empleo, la inversión y el consumo y los gobiernos proporcionarán a lo largo del año algún que otro zurcido en las cifras de los presupuestos.

No será un año de vino y rosas, porque el mundo ha cambiado y nuestra situación económica se asemeja mucho a la del boxeador atolondrado por los puñetazos del adversario. Aunque siempre queda la esperanza que tras un repentino brote de amor propio se levante, encuentre nueva fuerza y reaccione.

Pero vuelvo a repetir que no podemos ni queremos ser pesimistas en cuanto al próximo futuro de nuestra economía andaluza. Nuestros empresarios están entendiendo la nueva concepción del espacio económico exterior, asumiendo la globalización e impulsando la internacionalización. Se incrementa así, cada vez más, la capacidad de mantener e incrementar las cuotas de mercado. No podemos anclarnos y amarrarnos a un sistema de comercio reducido e interior que dio resultado ayer y que hoy sólo nos aportará unos exiguos beneficios. Nuestra competitividad sigue mejorando y si algo hemos aprendido del agitado 2001 ha sido que no podemos aferrarnos a la autoconfianza con uñas y dientes y que debemos a toda costa aplicarnos en la flexibilidad.

Andalucía se encuentra en el inicio de una nueva etapa histórica y puede afrontarla con optimismo, porque la materia prima de nuestro tejido empresarial es buena, aunque reconozcamos sin engañarnos la precaria base actual sobre la que se sustenta nuestra economía y las múltiples carencias que nos hostigan.

La aplicación de las nuevas tecnologías es urgente y las ayudas para que las incorporen nuestras empresas no puede ser sólo ruido o buenos spot publicitarios. Abrir puertas a las nuevas tecnologías permitirá que se pueda responder con rapidez a la demanda de esos 300 millones de consumidores de la nueva Europa y comunicarnos en tiempo real con ellos.
Tampoco podrán sostenerse sectores claves para nosotros como son el ocio y el turismo si no se realizan lo antes posible las inversiones necesarias en infraestructuras. Las ventajas competitivas por clima y posición geográfica ya las tenemos.

Inversiones hidráulicas, de telecomunicaciones y energéticas son también necesarias para apoyar otras actividades productivas importantes para nuestra economía.

Necesitamos todo tipo de iniciativas que hagan posible ese despegue definitivo de Andalucía en el siglo XXI. Aceptamos pues ese debate que desde la Junta de Andalucía nos propone su presidente para buscar soluciones prácticas para nuestra tierra, imaginar el futuro y propulsar una nueva modernización de Andalucía.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com