Hoy alguien me ha dicho  que sólo algunas cosas lo hacen feliz. La persona que me lo decía es alguien que he conocido por casualidad hoy, mientras esperábamos haciendo cola para entrar en un edificio público. Le he pedido cortésmente que me dijera una de esas cosas, tan especiales, y me ha respondido que imaginar es aquello que  lo hace más feliz.  Jerome, así se llama esta persona, tendrá cerca de ochenta años, vive en Milán y es hijo de un comerciante hebreo de origen polaco.

Son las pocas cosas que me ha revelado de él, en esos minutos que hemos compartido espera. Sin embargo, mi imaginación ha ido más lejos. Su aspecto bohemio y su mirada intelectual me han hecho pensar que probablemente, en su juventud, fue un frustrado estudiante universitario y que con el tiempo se ha ido convirtiendo en un excelente escritor.  Sus ojos también contenían algo de ternura y de dolor antiguo.

He pensado que Jerome sería  una de esas personas que aborrecen el orden establecido, que sufren inseguridades y que, a mala pena. se adaptan con fantasía y cierto histrionismo al día a día de una sociedad que no les gusta y a un contexto  que dicen despreciar.  Me hubiera gustado compartir más tiempo con Jerome pero nos hemos separado cuando hemos cruzado, finalmente, la puerta de acceso. No he sentido pena por él, he sentido una entrañable simpatía.

Me hubiera gustado curiosear por sus imaginaciones. Seguramente será uno de seres que aparecen de repente en nuestras vidas, regalándonos una fantasía, para que no caigamos por el precipicio de la nada.  La desgracia de los hombres es no tener fantasía. De hecho como dijo Kafka, la desgracia de Don Quijote no fue su fantasía, sino Sancho Panza. Gracias Jerome, te extraño un poco.

por @mbellido

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