¿Os acordáis de aquellas interminables tardes de verano cuando éramos niños? Después de comer, encerrados en casa, con las persianas bajadas para no sofocar de calor, el ventilador encendido, escuchando en la radio la novela de moda, y la prohibición de salir a la calle para jugar con los amigos, hasta que no refrescara un poco. En la playa, el martirio era similar, había que esperar esas cuatro horas fatídicas antes de poder bañarse otra vez, para evitar que se cortara la digestión. ¡Qué aburrimiento! Era la frase que repetíamos incansablemente a nuestras madres, con la esperanza de que nos redujera el suplicio de la espera. Hoy sorprende ver situaciones parecidas, aunque las herramientas de ocio de las que disponen los chavales sean muchas. Este verano he asistido por casualidad a escenas familiares similares, donde los chicos  se quejaban repetidamente de estar aburridos, mientras sentados delante del televisor veían una película y  jugueteaban al mismo tiempo  con su móvil de última generación o chateaban con sus amigos por Facebook o Whatsapp.  “Estoy aburrido.  ¿Y ahora qué hago?”  Quizás en otros tiempos esas quejas estaban más justificadas. Sin embargo sorprende escucharlas ahora, en boca de unos chicos que viven perenemente estimulados e interconectados y con mucha “maquinaria” a disposición para estar entretenidos.  El aburrimiento, al fin y al cabo, es una especie de estado emocional áspero y tristón que se produce cuando se desea  estar implicado en una actividad que nos produzca mayor placer y no se consigue. Hay incluso quienes lo padecen crónicamente. A menudo por la por la puerta de la pereza entra el aburrimiento y tras el aburrimiento los peores vicios.

Mi padre siempre decía que el aburrimiento es el padecimiento de la gente afortunada;  los desgraciados no se aburren, tienen demasiadas cosas que hacer.

Para quien no tenga forzosamente muchas cosas que hacer,  existen muchos modos de evitar el aburrimiento, y es muy importante trasladar esta posibilidad a los más jóvenes. Dar un sentido a nuestra jornada durante el tiempo de vacaciones, desde que nos despertamos,  quizás sea el primero de los objetivos. También es fundamental reconocer que nos aburrimos, cuando nos aburrimos y al mismo tiempo, desear hacer algo interesante. Si se rechaza continuar  a seguir aburridos será más fácil combatir ese estado de apatía.

Erasmo, que probablemente no se aburría demasiado, solía decir: “El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento”. Como en casi todas las cosas, también en esta,  la cuestión es entenderse consigo mismo.

por @mbellido

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