Olas de indignación agitan las mentes de mucha gente sensata en estos tiempos. Indignación silenciosa, por el chantaje que intentan hacer los políticos griegos a la UE, indignación por la demagogia de quienes pretenden hacernos creer que la economía es algo que se puede arreglar con un referéndum, indignación por la ignorancia de la nueva clase política populista que pretende gobernar España imitando a griegos y venezolanos, indignación por todos aquellos que siguen prometiendo Jauja sin ninguna intención de controlar el gasto público…
Es un paisaje con ruinas, una escena con personajes fuera de lugar y de papel. No hay líderes, no hay dioses, hay simplemente vendedores de “crecepelo”, hay simplemente demagogia, mentira y chulería.
La lectura de lo que ha llevado a Grecia a esta situación es muy simple: durante décadas, este país se ha entregado al estatismo e intervencionismo gubernamental más delirante. Los gobiernos de Cuba y Venezuela, recorriendo el mismo camino, han llevado a sus ciudadanos a una pobreza incalificable. La pregunta, ¿qué va a pasar? Por ahora no tiene respuesta. Lo cierto es que siento en mis propias carnes las desagradables vivencias que están experimentando los griegos. Si además no se encuentra solución y Grecia sale del Euro, los ciudadanos de este país van a sufrir aún más. Lo cual me preocupa enormemente. Sin embargo, aún me preocupa más que dentro de pocos meses España, gobernada por “aprendices de brujo”, iniciará el mismo camino de incongruencias. Tsipras y Pablo Iglesias están cortados por la misma tijera.