En estos días de vacaciones leo dos libros muy interesantes: El pianista en el burdel, de Juan Luis Cebrián, Ed. Círculo de Lectores y Gentes del siglo, de Indro Montanelli, editado por Espasa. Mientras los degusto reflexiono sobre la maravilla de los libros y qué haríamos sin ellos.
Seguramente si nos preguntasen cuál ha sido el mayor invento de todos los tiempos nos podrían en embarazo. Lo que si podríamos afirmar, sin demasiados titubeos, es que uno de los más grandes fue el que vio la luz en Alemania, hace más de 600 años, de manos de Johanes Gutemberg, una verdadera piedra miliar que junto a grandes descubrimientos geográficos que se dieron en aquellos años, puso la línea divisoria entre la edad antigua y la moderna. He buscado datos biográficos sobre este hombre que revolucionó el mundo de la comunicación y no he hallado un gran qué. Se sabe que nació a finales del 300 en el seno de una familia de orfebres de Maguncia, la encantadora capital del estado federado de Renania-Palatinado, en su época un importante centro comercial. Allí vivió y murió pobre en 1468. Su vida la dedicó a investigar sobre la imprenta y los «tipos móviles».
A lo largo de los siglos los aspectos técnicos de la imprenta han seguido evolucionando y desarrollándose muchísimo. Cada vez más los viejos tipos fundidos en plomo venenoso han ido dejando paso a los caracteres virtuales que corren a mucha más velocidad por la pantalla del ordenador, para componer frases y textos. Ahora editar y publicar está al alcance de casi todos. Internet hoy ya sustituye al papel, aunque románticos como yo sigamos prefiriendo después de cenar coger entre las manos un libro impreso en papel para tocar, oler, hojear y gozar de su contenido.
La gran pregunta que todos nos seguimos haciendo es si la difusión de textos en Internet y los e-book mandarán al trastero al papel, las bibliotecas y hasta los periódicos. Internet es el mayor factor de aceleración de la cultura, después de Gutemberg. Yo creo que así como la radio no desapareció con la llegada de la TV, tampoco los libros desaparecerán con la llegada de Internet, porque el libro es un objeto concreto de tener entre las manos, conservar, gozar, anotar, doblar las esquinas de sus páginas, posarlo cerca de nosotros en la mesilla de noche. Un objeto con el cual nos podemos hasta enfadar por los errores o por las incongruencias que encontremos en su interior. A propósito, errores en los libros los ha habido siempre, hasta en los tiempos de Gutemberg, cuando se publicó un libro con el titulo “Codex spalmorum”, que se podría traducir, más o menos, como Códice para espalmar, en vez de Psalmorum Codex, es decir Códice de los salmos.
Manuel Bellido

por @mbellido

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