Líder es una persona que actúa como guía y referente de un grupo. Para que el liderazgo funcione, es importante que el grupo o equipo conozca y reconozca las capacidades de este líder. La adhesión a un jefe natural no es una pérdida de libertad, es el reconocimiento de que las propias ideas tienen un ejecutor y un intérprete en esa persona.

Entre las capacidades fundamentales de un líder está la honradez. El verdadero líder es una persona honesta, con capacidad para comprender el bien común y fomentarlo. Las empresas, los partidos, los sindicatos, las organizaciones no tienen una conciencia propia, impersonal, son los hombres que componen esos grupos los que aportan la conciencia. Y cuando esta no brilla transparente, responsable y honrada y los líderes conducen a otros con trampas, engaños o presiones, antes o después dichas organizaciones se resquebrajan.

El verdadero líder respeta la libertad de los otros miembros, trata de proporcionarles medios, y, al mismo tiempo, los estimula e incentiva para que sean operadores y continuadores de una obra  proyectada y comprometida con un bien social, con un bien común. De hecho, la culminación de la función del líder es producir más líderes, no más seguidores.

La única manera de ser seguido no solo es correr más deprisa que los demás, es también tener más capacidad de ver y de hacer ver, y este tipo de liderazgo requiere dos actitudes vitales: el servicio y la generosidad. Aunque a lo largo de la historia hemos conocido a muchos personajes, en realidad, pocas son las personas que entre tanta humanidad son capaces de alzar y llevar constantemente  esta bandera. Hace años, en una ciudad del País de Gales, y si la memoria no me falla creo que era Cardiff, encontré sobre el muro de un palacio una lápida donde estaba escrito: «El que quiera ser líder debe ser puente».

La historia ha visto nacer líderes que han llevado a pueblos enteros a realizar enormes hazañas. Alejandro Magno, Aníbal Barca, Julio César, Gengis Kan, Juana de Arco, Giuseppe Garibaldi, Abraham Lincoln, Gandhi,  Winston Churchill, Martin Luther King… Líderes caracterizados por unas virtudes comunes: audacia, creatividad y autoconocimiento. Cuando además en algunos de ellos se ha dado la conciencia del servicio y del bien común, siendo capaces de utilizar ese poder en beneficio de todos, sus obras han evolucionado y permanecido. Han existido  líderes, y algunos siguen existiendo, que han basado su poder en el crear miedo en su entorno. El líder genuino inspira confianza, generando cordialidad.

Para liderar una empresa, un partido político, un sindicato o cualquier tipo de organización destinada a aportar beneficio, evolución y progreso a la sociedad, se requiere tener una visión integrada del mundo, con claridad de valores y un gran respeto por el ser humano. En el mundo empresarial existen exquisitos ejemplos de líderes que están ayudando a sus equipos a potenciar el talento, generan lealtad y apoyo mutuo que, en definitiva, es la buena energía que empuja y cohesiona a los grupos de trabajo.

Las actuales caras del poder político no reflejan en todos los casos ese liderazgo genuino. La política, la cultura, la economía, la sociedad en general, necesitan urgentemente líderes ejemplares en sus conductas, que sean audaces, creativos, capaces de reconocer sus errores a tiempo, responsables, con un gran sentido de la realidad y de sus objetivos, que tengan buen y sensato juicio y benignidad para con  la gente.  Como decía Hermann Keyserling :»La multitud por sí sola nunca llega a nada si no tiene un líder que la guíe».

Carta del director

Manuel Bellido

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por @mbellido

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